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marzo 31, 2007

Apuntes sobre la democracia

Crítica a la democracia representativa
Partimos de que la democracia es un sistema político con múltiples variantes “realmente existentes”. Pero también, la democracia es un “sistema de ideologías”, es decir de ideas ora confusas, ora erróneas, que figuran como contenidos de una falsa conciencia, vinculada a los intereses de determinados grupos o clases sociales, en tanto se enfrentan mutuamente de un modo mas o menos explícito. Al amparo de la doctrina de la democracia representativa, EEUU incurrió en injustificables arbitrariedades históricas. En la OEA, se está abriendo paso la idea que la democracia tiene diversidad de formas. Por cierto, que en esta materia el organismo está en déficit con las Naciones Unidas, que ha aprobado resoluciones muy importantes sobre la necesidad de admitir que la democracia no tiene un modelo único y que, por lo tanto, no puede ser exportado.[1]
Constituye un tema reiterado de estos tiempos postmodernos referirse a la crisis de la democracia representativa, sus insuficiencias, sus limitaciones, su "ingobernabilidad" [2], sus "promesas incumplidas" [3], sus "dilemas[4]", su "decadencia" [5] su "muerte lenta[6]", etc. En todas partes, la democracia triunfante en el mundo, en su forma de democracia representativa, si bien ha llegado a ser el modelo político legítimo por excelencia, está acompañada al mismo tiempo de una pérdida de credibilidad en sus principales instituciones (los partidos políticos, las elecciones y los poderes públicos), y de un "desencanto" que se manifiesta en una devaluación generalizada de la política expresada en el "malestar" de la política, la desaparición de los grandes liderazgos capaces de generar entusiasmo en la ciudadanía, en el desprestigio y percepción negativa de los políticos, en el rechazo de los ciudadanos a interesarse por lo público y a dedicarse sólo a los aspectos privados de su existencia, en una creciente apatía e indiferencia acompañadas por el fenómeno de la "antipolítica", y, hasta en la connotación peyorativa de la propia palabra "política". Definitivamente, la "brecha de confianza" entre los ciudadanos y sus representantes de estudiada por Lipset y Schneider[7], lejos de haberse reducido parece que continúa ensanchándose..
Fundamentalismo democrático: democracia como ideología
Lo anterior lleva a las tentaciones del fundamentalismo democrático, de las que da cuenta J.L. Cebrián [8] El fundamentalismo democrático considera a la democracia, una ideología. Como tal, existe la tentación de imponerla hegemónicamente. Gustavo Bueno[9], por su parte, apunta al concepto de democracia individualista y liberal que se corresponde con el de individuo-consumidor-ciudadano satisfecho que pretende vivir epicúreamente y dejar vivir a cada uno en paz y en libertad. Define al fundamentalismo democrático como: “esa ideología de nuestro tiempo que sostiene que las sociedades políticas democráticas…realizan la idea de democracia.” Y concluye en que el fundamentalismo democrático es una ideología delirante, mítica, fanática, peligrosa, porque dogmatiza que “la idea de democracia es el fundamento de toda sociedad política.”[10] Este fundamentalismo se expresa en dos formas: el contractualismo democrático de los individuos y el fin de la historia de Fukuyama.
Aspiramos a delinear una crítica dentro de la democracia, como afirma O´Donnell, para pedirle y exigirle más, pero no para su destrucción. Una critica democrática de la democracia que desenmascare la corrupción de su funcionamiento, que denuncie con el objetivo de cambio la situación de ruptura entre gobernante y gobernado y que exponga los motivos por los cuales contribuyó a dibujar el mapa de la exclusión social, contrariando su ethos normativo de igualación social. La crítica que se formulará ha de ser quizás una paradoja más dentro de las paradojas de la democracia, como la del guerrero longobardo Droctulf en El Aleph de Borges, el que deslumbrado por su belleza, pasó de atacante a defensor de la ciudad de Rávena.
Finalmente, para analizar la crisis de la democracia no puede soslayarse la obra de Monereo Pérez[11], con una vuelta al pensamiento de Harold Laski, quien entendía que el Estado democrático no podía ser una maquinaria al servicio del orden económico, sino la respuesta a la cuestión social desde una perspectiva de justicia y de participación ciudadana.
Tres críticas además se le formulan a la democracia , que habremos de considerar y son en esencia[12]:
a) La crítica populista: fustiga a las elites políticas alejadas del pueblo y sospecha sistemáticamente del principio de representación por el riesgo de una deriva hacia una autonomización mas o menos total de los representantes. Esta tendencia se apoya sobre uno de los aspectos básicos de nuestra democracia contemporánea (la llamada democracia de opinión), que intenta aglutinar reacciones espontáneas y poco reflexivas bajo la forma de una vox populi tan masiva como incontestable.
b) La crítica elitista aunada a la demagogia populista: Para esta hipótesis el mejor escudo contra las intervenciones intempestivas del pueblo reside en los cerrojos institucionales. Es la llamada “democracia de expertos”, que solo deja al resto la posibilidad de elegir o recusar a un equipo de burócratas en beneficio de otro.
c) La crítica activista: apunta al carácter formal de los procedimientos democráticos. Preocupada por la participación activa del mayor numero de personas, rechaza el mecanismo de delegación, que aleja el poder del ciudadano. Pone el acento sobre las virtudes de la democracia participativa y la valoriza frente a la democracia representativa. Su propósito es lograr que los ciudadanos sean actores y responsables. Esta corriente cae en la denominada “democracia de efervescencia” porque tendría como único proyecto la movilización permanente de energías contestatarias, sin tomar en cuenta la capacidad de actuaciones conjuntas.
Efectos liberadores de la democracia
Legros[13] muestra con una claridad inusual que precisamente lo que la democracia tiene de liberador es que deja en suspenso las pertenencias (a una clase, un sexo, una raza, una nación, una religión) con las que nutrimos nuestras identidades. “La cuestión no es encontrar un nombre nuevo a la democracia, sino descubrir su verdadera esencia y realizarla; pasar de la democracia burguesa, desecada por sus hipocresías y por falta de savia evangélica a una democracia íntegramente humana; de la democracia frustrada, a la democracia real.”[14]El papel principal de la democracia debe ser ocupado por la Persona Humana. La primacía no es para el Estado, ni para el Capital, tampoco para el Mercado, como en otros sistemas.[15]
VARIANTES ACTUALES DE LA CUESTION
Democracia Delegativa
O´Donnell[16] incluye a la Argentina dentro de este “nuevo animal” y plantea con originalidad su conceptualización, caracterización y comparaciones con el pasado. El significado de democracia delegativa comprende la premisa que la persona que gana las elecciones presidenciales “está autorizada a gobernar como crea conveniente, sólo restringida por la cruda realidad de las relaciones de poder existentes y por la limitación constitucional del término de su mandato”…”Consiste en producir por medio de elecciones limpias, una mayoría que autoriza a alguien a convertirse, por cierto número de años, en la exclusiva corporización e intérprete de los más altos intereses de la Nación.” Se daría en esos casos un “pacto delegativo”[17] al momento de celebrarse los comicios.
Uno de los principales interrogantes es: si las características de la delegación guardan su origen en la conjunción de condicionantes estructurales con una necesidad de mantener el orden mínimo debido a la crisis económica y la presión de factores externos para implementar el modelo antes mencionado; o, nos cabe preguntarnos, debido a la importancia que asume el rol presidencial, si es a raíz de las características personales de tal o cual presidente que se estructura la delegación, o bien obedece a estos elementos más allá de quien ejerza este papel. Frente al tipo de democracia que logra instaurarse se nos presenta el siguiente dilema:¿logran institucionalizarse las democracias delegativas?
NeodecisionismoEl neodecisionismo es “un modelo de decisión política fuertemente concentrado en la figura presidencial (…) Este nuevo decisionismo se instala con fuerza irresistible como concepción de la gobernabilidad asentada en las prerrogativas y la performance de un Ejecutivo deciddior, que establece su supremacía indiscutida sobre los demás poderes como guardián del orden político y constitucional y gran expeditivo reformador económico y administrativo”[18]
Modelo agonístico de la democracia
Chantal Mouffe[19] expone su modelo agonístico de democracia frente al modelo deliberativo. Contrapone agonismo a antagonismo: no hay enemigos, sino adversarios políticos. La existencia de adversarios implica pluralismo y la necesidad de tomar decisiones para alcanzar los objetivos democráticos. El agonismo revitaliza, además la democracia, ya que el excesivo consenso lleva a la apatía y pasividad
Adjetivaciones de la democracia
Otro de los capítulos abordará las adjetivaciones de la democracia. Con Moulian[20] podemos señalar que la democracia es una palabra polisémica y de usos variados, pues tras el nombre a veces se esconde tanto una dictadura como una semidemocracia, o una democracia representativa como una participativa. Por ello, ha de interrogarse ¿cuál es el elemento esencial del fenómeno que se denomina democracia?
Destaca Sala, que en América Latina, “democracia casi sin excepción adjetivada- ha referido no solamente a tipos de gobierno y sistemas políticos, sino a estructuras sociales y culturales” [21]. Esta última observación es especialmente significativa, pues en lo que hace a nuestra historia latinoamericana, pone en relieve que la democracia no ha sido concebida sin apellidos y que lejos de poder ser reducida a forma de gobierno, implica dimensiones socio-culturales constitutivas, conjuntamente con la dimensión política. No obstante esta concepción no reductiva de la democracia, también señala que ella “fue un producto escaso en América Latina, donde los procesos internos estaban estrechamente vinculados con las condiciones de dependencia a nivel internacional.”[22]La democracia tal como está definida es una forma de sociedad. Va mucho más allá de un sistema político, aunque requiera de éste. Pero ¿cuál sistema? Uno que proporcione plena libertad para la lucha por la justicia social no uno que atrofie esa lucha, por supuesto que para cualquiera de los adversarios.
Cabe agregar que, debido al prestigio que tiene la idea de democracia en nuestra sociedad capitalista pletórica de mercado libre, el adjetivo “democrático” se pone a cualquier sustantivo para legitimarlo y elevarlo al reino de la gracia. Es la democracia “divina” que se aplica no sólo a las democracias políticas, sino en regiones del espacio antropológico muy distintas de la sociedad política: familia, corporaciones, instituciones religiosas, científicas y culturales.[23]
SemidemocraciaJorge Zaverucha[24] y Peter Smith[25] sostienen que una "semi-democracia" ocurre cuando hay elecciones "que son libres pero no justas" porque hay competencia libre entre los partidos y candidatos pero los resultados son manipulados para favorecer un candidato por encima de los demás. Ab initio señalamos en total desacuerdo con esta tesis, porque una elección fraudulenta no es más que la fachada cruel de un régimen ilegitimo. El término “semidemocracia” parece el más apropiado para clasificar al régimen colombiano, si bien la naturaleza de las restricciones que le hicieron “semi-democrático” durante la segunda mitad del siglo XX ha cambiado, a partir de mediados de los ‘80, los defectos del sistema derivan de la debilidad del Estado, la emergencia de actores armados y la ausencia del imperio de la ley. Utilizaremos el término semidemocracia para referirnos a Estados que no han consolidado el régimen democrático, porque han quedado en la etapa postransicional (Ecuador y Paraguay), o en los cuales los presidentes defraudaron a la sociedad (Perú).
La transición en relación a la cual puede identificarse a la situación actual de los países sudamericanos como “pos-transición democrática” o “democracias pos-transicionales”, es la identificada por Huntington como la tercera ola de democratizaciones[26], que para la Región, instala en la década de los ochenta las democracias políticas, allí donde el régimen de gobierno había sido la dictadura instalada en los sesenta (Brasil) o en los setenta (Uruguay, Chile y Argentina). En consonancia con la perspectiva minimalista de la democracia, que la reduce a su dimensión política y que es la que ha propiciado la transición operada en los ochenta que nos coloca en la actual pos-transición, la democracia en su condición de sistema de gobierno es hoy una realidad establecida y presuntamente consolidada, en cada uno de los países de la Región y por lo tanto en esta como un todo: democracia entendida mínima y negativamente como no-dictadura.[27]
Posdemocracia
Según Crouch[28] la política y el gobierno están volviendo al redil de las élites privilegiadas. Ese retorno describe un movimiento en forma de parábola: no se trata de un poder que se ejerce de manera similar a los gobiernos predemocráticos, sino que es ejercido en el contexto de las democracias occidentales maduras y la generalización de la democracia en la mayoría de los países del mundo. Las formalidades de la democracia se han hecho parte del proyecto global: hay elecciones libres y cambios de gobierno en cada vez una mayor cantidad de países. Pero, ¿qué son elecciones libres?
Si pensamos en: 1)la cantidad de dinero que se necesita para elaborar las campañas publicitarias que pretenden vender una mercancía llamada candidato, 2) en los costosos consultores de los que se proveen los partidos, 3) en la influencia de los organismos multilaterales y las empresas transnacionales en las agendas políticas locales, 4) el desencanto que sobreviene a la ciudadanía que sólo tiene su voto como mecanismo de presión y la ausencia de formas institucionales de expresión del descontento frente a las autoridades elegidas. Veremos que el concepto de “elecciones libres” debe ser revisado. Por eso Crouch denomina el fenómeno como posdemocracia. No es democracia porque gran parte de la gente ha sido excluida por una multiplicidad de sofisticados mecanismos y no es antidemocrática porque respeta ciertas formalidades de la democracia representativa.[29]
Señala Lucía Sala[30] que “a lo largo de la historia ha habido lo que podría llamarse una contienda por la democracia”, y lejos de estar cerrada esa contienda como lo señalaba Huntington por la pretensión de un definitivo triunfo de la versión schumpeteriana, nuevas experiencias de democratización y nuevas versiones de la democracia, ponen en evidencia que al menos en América Latina la contienda sigue abierta. Nos animamos a postular que la contienda por la democracia seguirá abierta, en tanto no suscribamos ningún pretendido “fin de la historia”.
Surge una sociedad civil que se organiza, que defiende la salud y la educación para todos, que es consciente de que hay que combatir la pobreza, la inseguridad, la falta de justicia. Irrumpen sectores no tradicionales, que se autoconvocan y van por fuera de estructuras partidarias o sindicales y exigen renovación completa de los elencos gubernamentales. Se pide que el voto sea expresión del pluralismo para que la democracia vuelva a ser representativa”[31] . Desde allí se generan los sentidos de “sociedad civil” y de “sociedad política” que vertebrados sobre el eje de un nuevo “carácter del poder”, en lugar de aportar a la reproducción sistémica, lo hacen a la articulación de una perspectiva emancipatoria.[32]
La visión alternativa que procuramos, entiende que la democracia en los términos de su definición institucional, tanto en lo instituido como en lo instituyente, debe tener su referencia, sentido o criterio inexcusable en la afirmación de la posibilidad de vivir de los seres humanos concretos actuales o posibles en términos de dignidad, lo cual implica que la buena vida de unos no puede construirse sobre la imposibilitación de la buena vida de otros, porque la indignidad –como hoy acontece en los distintos espacios- estará atravesando la vida de unos y otros. La referencia al sujeto así entendido, resignificará el “espíritu de las instituciones”, por lo que el cambio institucional[33], será necesario cuando las instituciones impliquen un bloqueo de las orientaciones de este fundamento alternativo y no se justificará cuando siga respondiendo a las estructuras que niegan al ser humano como sujeto.
Democracia multi-representativaLa insatisfacción con la democracia representativa generó una corriente de intelectuales, que coinciden en la necesidad de "repensar" la teoría de la democracia alrededor de algunos planteamientos comunes:
a)una democracia mucho más participativa y abierta, que reduzca las desigualdades extremas y favorezca en cambio la igualdad de oportunidades, que incorpore nuevos temas al debate, nuevos actores y nuevas formas de discurso político; b) una democracia mucho más comunicativa y deliberativa dentro de nuevas esferas públicas que trasciendan los estrechos límites de las instituciones políticas del Estado democrático-representativo; que forme una red de múltiples lugares públicos dentro de la sociedad civil en los que participen las más variadas asociaciones y movimientos sociales conectados comunicativamente entre sí y con las instituciones estatales; c) una democracia orientada a promover y proteger el bien común y el bienestar de la colectividad; d) una democracia que ofrezca numerosos centros de resistencia para contrarrestar las tendencias coactivas de las instituciones estatales; y e) una democracia que no discrimine las diferencias cada vez más variadas de estas sociedades postmodernas, sino que las asuma positivamente.
La colectivización de los intereses particulares, se insinúa en la democracia multi-representativa.
La democracia de las manifestaciones y el retorno de las carabelasLa democracia electoral es compatible con la democracia de las manifestaciones, pero sólo mediante elecciones libres se expresa la opinión pública de todo el pueblo. Es decir, ni millones de manifestantes son el conjunto del pueblo, ni las encuestas de opinión sustituyen a la opinión política. El único procedimiento democrático para que el pueblo cambie la política de su gobierno es la celebración de elecciones. Como afirma Sartori: "las opiniones que indican un consenso general o, a la inversa, un disenso general respecto al gobierno son las expresadas por los votantes en general en las elecciones, y solamente vía elecciones".[34] Intentaremos derribar el paradigma del autor italiano.
Desde las revoluciones del siglo XVIII, las democracias representativas están atravesadas por una tensión. Por un lado, la elección instituye una distancia entre gobernantes y ciudadanos, así como una monopolización del poder real por parte de los primeros. La crisis de los grandes partidos que habían permitido la integración de las masas en el sistema político aumenta la distancia entre aquellas y éste. En el siglo XXI no se puede retroceder al poder parlamentario clásico europeo del siglo XIX, cuando el pueblo quedaba excluido de la votación. Tampoco se puede regresar al poder de los partidos del siglo XX, cuando estos controlaban las redes de socialización de millones de personas.
La aparición de una nueva generación política en los últimos movimientos es muy importante. Estos movimientos sociales han sido la característica de la democracia occidental que permite la expresión de la opinión pública a través de la libertad de expresión y de la movilización de los ciudadanos. Pero sin embargo, hay tres fenómenos nuevos:
a) Los partidos políticos no controlan estos movimientos y la mediación partidaria ya no es necesaria para conseguir un impacto real
b) Los movimientos pacifistas y globalifóbicos no están organizados en una estructura única y jerárquica, sino en redes flexibles y descentralizadas, que dejan posibilidades de acción autónoma a los actores que se involucran en la lucha.
c) La institucionalización creciente del diálogo de los gobernantes con los movimientos a través de varias formas de democracia participativa.
Desde la creación de presupuestos participativos hasta la presencia sistemática de las organizaciones no gubernamentales y de otros movimientos sociales al margen de las cumbres políticas oficiales, es otra forma de democracia la que está surgiendo. Cuatro son los desafíos: La representatividad; La democracia interna; La articulación de las protestas con la capacidad de proponer políticas alternativas.; Institucionalizar la democracia participativa. La democracia nunca fue un proceso sencillo, es el régimen de la incertidumbre, de la innovación perpetua y de la contestación.
Estas nuevas formas de democracia, surgidas en América Latina, son materia de análisis en Europa y podrían convertirse -en palabras de Giovanni Allegretti y Carsten Herzberg- en “el retorno de las carabelas.”[35] O dicho en otras palabras, el desembarco y arraigo en suelo europeo de iniciativas e innovaciones creativas que vieron la luz en el Sur Global, animadas por un replanteo virtuoso de modelos tomados del Viejo Continente.
[1] Vbg: Declaración de Cotonou 2003 El reconocimiento de que no hay un modelo único de democracia y que todos los países deben escoger su propia ruta hacia la misma, fue sin dudas una de las conclusiones más importantes de esta reunión y Declaración de Viena 1993.[2] M. Crozier, Samuel Huntington y S. Watasuki. The Crisis of Democracy: Report to the Trilateral Commission on the Governability of Liberal Democracies. New York: New York University Press, 1975.[3] Norberto Bobbio. El futuro de la democracia. 2ª Ed. México: FCE, 2004.[4] Claus Offe y Philippe Schmitter. "Las paradojas y los dilemas de la democracia liberal". En Revista Internacional de Filosofía Política 6, 1995. pp 5-30.[5] Juan Carlos Rey "Apogeo y decadencia de la democracia representativa", en J.C. Rey et al: América Latina. Alternativas para la democracia. Caracas: Monte Avila, 1992[6] Guillermo O´Donnell. “Transitions, Continuities and Paradoxes", en S. Mainwaring et. al (eds.): Issues in Democratic Consolidation: the new South American Democracies in Comparative Perspective. Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1992.[7] Seymour M. Lipset y William Schneider. The Confidence Gap. New York: Free Press, 1983.[8] Juan Luis Cebrian Molina. El fundamentalismo democrático. Madrid: Altea-Taurus-Alfaguara, 2003.[9] Gustavo Bueno. Panfleto contra la democracia realmente existente. Madrid: La esfera de los libros, 2004. p. 30.[10] op.cit. p. 35[11] José Luis Monereo Pérez. La democracia en crisis: Harold Laski. Barcelona: El Viejo Topo, 2004.[12] Joël Roman. Tres críticas a la democracia. En Iniciativa Socialista Nro 66 - Otoño 2002.[13] Robert Legros. El advenimiento de la democracia. Madrid: Caparros, 2003.[14] Jacques Maritain. Cristianismo y Democracia. Buenos Aires: Dédalo, 1961.[15] Jacques Maritain.op. cit.[16] Guillermo O´Donnell. Contrapuntos: Ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización. Buenos Aires: Paidos, 2004. p. 293.[17] El término “pacto delegativo” es acuñado por Néstor Legnani y Gonzalo García Vilá en La democracia y sus laberintos. Buenos Aires: Tierra Firme, 2003.[18] Fabián Bosoer y Leiras Sergio. “Posguerra fria, 'neodecisionismo' y nueva fase de capitalismo: el alegato del Principe-gobernante en el escenario global de los '90”. En: Tiempos violentos; Neoliberalismo, globalizacion y desigualdad en America Latina. Comp. Boron, Atilio A.; Gambina, Julio; Minsburg, Naum. Buenos Aires: CLACSO - EUDEBA, 1999. p. 172.[19] Chantal Mouffe op.cit.[20] Tomas Moulian. Reflexiones sobre la democracia. Santiago: ARCIS, 2004.[21] Lucia Sala. “La contienda por la democracia.” En Sociedad Civil, Democracia e Integración. Miradas y reflexiones del VI Encuentro del Corredor de las Ideas del Cono Sur (José de la Fuente - Yamandú Acosta, Coord.) Santiago: UCSH, 2005. p. 410[22] Id. Op. cit. p. 416[23] Ya Carl Schmitt había captado en 1928 que la democracia se había convertido en ideología difusa que podía servir para todo. «El concepto de Democracia, como tantos otros conceptos políticos se ha convertido en un concepto ideal muy general, cuya pluralidad de sentidos abre plaza a otros diversos ideales y por último, a todo lo que es ideal, bello y simpático. La Democracia se ha ligado e identificado con liberalismo, socialismo, justicia, humanidad, paz y reconciliación de los pueblos.» Carl Schmitt. Teoría de la Constitución. Madrid: Alianza Editorial, 1992.p. 223.[24] Jorge Zaverucha. FHC, Forças armadas e policia: Entre o autoritarismo e a democracia. Valencia (España): Record, 2005.[25] Peter Smith. Democracy in Latin America. New York: Oxford University Press, 2005.[26] Samuel Huntington. La tercera ola: La democratización a fines del siglo XX. Barcelona: Paidos, 1991. Id. Perspectivas de la Democracia. México: FCPyS, 1987[27] Popper sostiene que la democracia es un sistema para evitar la tiranía y permite la alternancia en el poder sin derramamiento de sangre.[28] Colin Crouch. Posdemocracia. Madrid: Altea-Taurus-Alfaguara, 2004[29] En palabras de Crouch “tanto las técnicas para manipular la opinión pública como los mecanismos para abrir la política al examen público son cada vez más sofisticados, al tiempo que el contenido de los programas de los partidos y el carácter de la rivalidad partidista se están convirtiendo en algo crecientemente anodino e insípido. Op. cit. p. 37[30] Lucía Sala, op.cit p. 410.[31] Pérez Zavala, Carlos. “Por una democracia a nuestra medida” En Sociedad Civil, Democracia e Integración. Miradas y reflexiones del VI Encuentro del Corredor de las Ideas del Cono Sur (José de la Fuente - Yamandú Acosta, Coordinadores Académicos). Santiago: UCSH, 2004. p. 306.[32] Gallardo, Helio. “Notas sobre la sociedad civil” En Revista Pasos, Nº 57. San José de Costa Rica, 1995, 16-28. Yamandú Acosta, “Las nuevas referencias del pensamiento crítico en América Latina”. En: Ética y ampliación de la sociedad civil. Montevideo: Univ. de la República-FHCE, 2003.[33] Escribe José Martí en Nuestra América: “El problema de la independencia no era el cambio de formas sino el cambio de espíritu” p. 484. Sustituyendo el problema de la independencia por el de la democracia, lo central hoy para ésta como entonces para aquella es el cambio de espíritu que anima u orienta a las “formas” o instituciones. No implicaría ningún avance, extensión o profundización democrática, un cambio institucional cuyo espíritu continuara anclado en las relaciones mercantiles de producción totalizadas.[34] Giovanni Sartori, op.cit.[35] Giovanni Allegretti y Carsten Herzberg. TNI Briefing Series 5, Diciembre 2004

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