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marzo 28, 2007

PRESUPUESTOS DE QUENTIN SKINNER

¿ Cuáles son los presupuestos centrales del enfoque de Quentin Skinner y de que manera pueden ser aplicados para interpretar la relación entre la religión protestante y el capitalismo?

Nuevo pensamiento republicano en su crítica al liberalismo. Uno de los primeros debates en los que convergieron muchos de estos nuevos estudios de inspiración republicana fue el referido al modo de concebir la noción de libertad. En particular, tales investigaciones tendieron a impugnar una idea dominante en la tradición liberal, que identifica la libertad como una noción negativa, como la ausencia de intrusiones por parte de otros (frente a una concepción positiva que sostiene que un individuo es libre en la medida en que dispone de los recursos y los medios instrumentalmente necesarios para realizar sus propios planes de vida, y por lo tanto su autogobierno o, incluso, como algunos llegarán a sostener su autorrealización personal.

Un individuo es libre en ausencia de interferencias indeseadas de terceras personas. Según Quentin Skinner, filósofos como John Rawls "siemplemente reformulan esta típica concepción acerca de la relación entre los poderes del Estado y la libertad de los ciudadanos". Esta visión de la libertad, agrega Skinner, es la misma que sostenía Isaiah Berlin en su famoso textos "Dos conceptos de libertad" donde se expresa como la exigencia directa de el mayor grado de no interferencia compatible con el mínimo de requisitos necesarios para la vida social. Y la misma que la visión presente en el conocido trabajo de Ronald Dworkin "Los derechos en serio", entendidos como principios que siempre vencen a cualquier otra consideración, incluidas las basadas en decisiones democráticas.

Todas estas visiones, según Skinner, coinciden en entender la libertad en un sentido simplemente negativo, un sentido a su vez demasiado estrecho. Skínner rechaza la tesis de I. Berlin y se esfuerza por probar que en la tradición del republicanismo cívico, y más particularmente en Maquiavelo, se encuentra una concepción de la libertad que es a la vez negativa, pues no implica una noción objetiva de laeudaimonia, pero que sin embargo incluye los ideales de participación política y de virtud cívica.Se propone rescatar ideas y metodologías políticas por medio de un minucioso examen de los contextos filosóficos, históricos, sociales y literarios: la metodología es plenamente contextualista y la revive ante el descrédito a la que fue expuesta, bajo el régimen formalista y positivista que caracterizó los acercamientos dogmáticos a la práctica de historiografía en décadas recientes.

Vale señalar que Skinner refuta las acusaciones de que esta metodología representa la relativización de los valores presentados para nuestra consideración. Contra esta generalización, Skinner analiza los presupuestos teóricos de Roland Barthes, Michel Foucault, Jacques Derrida, Paul Ricoeur, además de otros autores pertenecientes a la Nueva Crítica. Responde que en una historiografía y análisis política fidedigna es imprescindible dominar analíticamente nada menos que "el imaginario social, la gama completa de herencias en términos de símbolos y representaciones que constituyen la subjetividad de una época"
Eso no constituye, declara Skinner, un aval del "relativismo". No es una abdicación ante las posibilidades de apoyarnos en la capacidad de distanciarnos de nuestros actuales sistemas de creencias y así situarnos-aunque momentáneamente-en una relación analítica a otras formas de vida social y pensamiento. Una dosis de reflexión y tolerancia puede ser el resultado y eso nunca llega tarde ni es malo.

Skinner dedica casi doscientas páginas a un examen y respuesta detenida a la crítica postmodernista de la historiografía contextualista que la castiga por relativista para concluir, en su manera sucinta e inimitable, que de "denunciar estos estudios no es una defensa de la razón, pero un asalto contra la sociedad abierta en sí."

El examen que Skinner hace acerca de las obras y el contexto amplio del trabajo del Secretario Florentino, descubre que su pensamiento está basado en la participación de una ciudadanía activa y políticamente astuta, beneficiaria de una clara educación cívica
Siguiendo el hilo del argumento, Skinner insiste que conocer el "imaginario social" e intelectual no es meramente una condición sine qua non para la trayectoria histórica de un pensador político. Tiene significado para la exégesis misma del pensamiento de Hobbes, argumenta Skinner. Interesante saber, por ejemplo, que, no obstante, la caricatura de la figura que retrata a Hobbes como un Maquiavelo ateo en el teatro de la Restauración, Hobbes, tal como lo comprueba Skinner, era un escritor sumamente popular en su tiempo.

Historiadores y filósofos de la teoría política tan diferentes entre sí como Strauss, Habermas, Macpherson y Skinner, coinciden en considerar a Thomas Hobbes como el fundador de la teoría política moderna, y más específicamente del liberalismo moderno, en oposición al republicanismo clásico.

Quentin Skinner y sus colegas critican la pretensión straussiana de considerar la historia de las teorías políticas dependiente de la filosofía política. Los seguidores de esta perspectiva historiográfica niegan la persistencia de problemas fundamentales a lo largo de la historia de las teorías políticas y afirman que toda teoría política responde exclusivamente a problemas prácticos y específicos de su contexto histórico. Presuponer la existencia de problemas universales conduce a la construcción de “mitologías” en vez de interpretaciones objetivas del pensamiento político.11 Skinner, al igual que John Dunn, concebía los textos como actos de habla.

Skinner considera que todo texto de teoría política ha sido escrito por su autor con el propósito de influir en el clima ideológico-político de su tiempo. Desde este punto de vista, a diferencia de Strauss, los textos de teoría política son esencialmente ideologías políticas en acción.13 En cuanto ideologías, las teorías políticas no son falsas o verdaderas, sino efectivas o no para justificar, cuestionar o transformar las creencias, actitudes y valores dominantes.

Quentin Skinner defiende la necesidad de fundar una sociedad de valores puramente humana y social, carente de una perspectiva trascendente. Esta praxis sería posible si, como Karl Popper trasmite, occidente se hace garante no de una idea o religión, sino de diversas ideas. La cultura laica occidental debe asumir en su seno los nuevos valores, como en su tiempo hizo con los cristianos y los marxistas. Los derechos del hombre, del trabajo, igualdad social, libertad de expresión, responsabilidad y participación política

De no haber existido Martín Lutero, jamás se habría dado un Luis XIV" se ha dicho. Y en efecto, no hay duda de que la influencia principal que ejerció en un principio la teoría política protestante fue la de legitimar el surgimiento de la monarquía absolutista: uno de los principales postulados de Lutero era el de que todos los principios políticos deberían derivar de las páginas de la Biblia. Y los católicos partidarios de la doctrina del derecho divino de los reyes se hicieron de inmediato eco de tal argumentación, Bossuet entre ellos.
Los teóricos del movimiento de la Contrarreforma, tomistas todos ellos, son considerados por los actuales estudiosos de la teoría del Estado como los fundadores del constitucionalismo, e incluso de gran parte del pensamiento democrático moderno. Bajo esta luz, han sido elogiados Francisco Suárez, el 'Doctor Eximius', como "el primer demócrata moderno"; Belarmino, por revelar "las fuentes verdaderas de la democracia " y los jesuitas, en conjunto, por acreditárseles la "invención" de la teoría del contrato social e iniciar el estudio de sus implicaciones en el campo de la teoría de la justicia.
Sirviéndose como telón de fondo de la lucha religiosa -Reforma y Contrarreforma- Quentin Skinner ofrece en este volumen, mediante amplísima información, cómo fueron surgiendo las ideas políticas que en los siglos siguientes al XVI iban a conformar, en su desarrollo, las principales teorías políticas modernas.

QS ha señalado, como incluso los ideologos mas revolucionarios, cuando se enfrentan a la necesidad de legitimar sus intenciones, deben mostrar que los términos aceptables tambien pueden describir sus actos, que de otra manera serían criticables.
Este rasgo o principio característico no es otro que la asignación a lo político de un carácter instrumental o de un carácter constitutivo, respecto de la realidad humana práctica. Frente a la concepción instrumentalista de lo político, propia del liberalismo, el republicanismo representa una concepción —digámoslo así— constitutiva de lo político. La visión de lo político como una realidad que ejerce una función constitutiva respecto del ser práctico del hombre, es decir, respecto de aquello en lo que consiste ser humano en la práctica, corresponde claramente al sentido profundo de la idea del hombre como zoom politikón sostenida por Aristóteles: principal inspirador de la tradición republicana. Que el hombre es un animal político significa que la polis es condición y forma del vivir humano del hombre, que la humanización de éste equivale a su politización. Los demás elementos que caracterizan al republicanismo: la ciudadanía como concepto ético, el patriotismo como valor supremo, la preeminencia de lo público sobre lo privado, la austeridad en la vida y en el porte, o el cultivo de la oratoria.

El liberalismo entiende la libertad como no-interferencia, mientras que el republicanismo la entiende como no-dominación. La no-interferencia sólo implica la ausencia, meramente fáctica, de impedimentos para el despliegue espontáneo de la voluntad individual. En cambio, la no-dominación implica que una voluntad individual no se encuentre en una situación de dependencia o sujeción respecto de una voluntad arbitraria.

Como Quentin Skinner ha señalado, en la tradición republicana la libertad era tratada como la aportación y seña de identidad de una forma de vida, la vida republicana o cívica, frente a otro tipo de vida, la vida bajo el poder personal de príncipes o signori. La idea de que los derechos y libertades civiles no eran sino consecuencia de la perfecta libertad que los individuos habrían tenido en el estado de naturaleza, esgrimida por los pensadores del XVII, era ajena al mundo romano y renacentista, y procedía de la Reforma protestante. La tradición republicana fue acallada al consolidarse el discurso de los derechos naturales individuales y del contrato social

Weber mostró (Weber, 1980) como la religión protestante moldeó el self occidental, a través del ideal de vocación. La vocación era, según Weber, un ideal adecuado a las exigencias de la modernidad, una base para la relación del individuo con el trabajo.
Mientras Weber creía que la idea protestante de "vocación", adaptada a fines modernos, era la única solución al problema de la constitución de un "self occidental", espiritualmente vigoroso, capaz de contrarrestar el proceso de rutinización o desencantamiento del mundo, Simmel recuperó el ideal romántico de auto-cultivo. Weber confiaba en que el poder de innovación y gerenciamiento del ideal de vocación, que en la versión anterior, protestante, logró transformar el mundo, podría reanimar un mundo burocratizado
Hobbes, dirá Skinner, insiste en la igualdad humana como premisa básica. ¿Cómo mantiene esta premisa? No es la manera en que estamos acostumbrados a pensar cuando consideramos las teorías de Thomas Hobbes. Antes que olvidemos, Hobbes nació en 1588, el año de la derrota de la Armada Invencible de España y era, así, contemporáneo de William Shakespeare. ¿Es posible que ellos caminaron más seguros en su supuesto "oscurantismo" que nosotros en nuestra supuesta "iluminación" y claridad?

E l pensamiento y la obra de Martín Lutero se inscriben en ese gran movimiento religioso de principios del siglo XVI denominado la Reforma protestante, que finalizó con la supremacía eclesiástica, religiosa y política de la Iglesia de Roma en Europa creando iglesias protestantes de diferentes denominaciones. Aunque la Reforma fue esencialmente un movimiento religioso, produjo importantes cambios en casi todos los aspectos de la vida social, económica y política, con grandes repercusiones en la historia moderna del mundo occidental.

Con la disolución de los principios fundamentales del Medioevo y el surgimiento de las nuevas corrientes intelectuales del humanismo y el Renacimiento, se dieron las condiciones propicias para el desarrollo de la Reforma protestante, especialmente en los territorios de habla alemana, en donde el fervor religioso se entremezclaba con el disgusto hacia la Iglesia romana.
La Reforma fue denominada “protestante” después de la segunda Dieta de Espira (1529), en la cual los dirigentes luteranos firmaron una enérgica protesta dirigida al Emperador manifestando su disconformidad y reafirmando su fe con ahínco. Las cuatro tradiciones protestantes principales que surgieron de la Reforma fueron la luterana, la calvinista, la anabaptista y la anglicana, cada una con importantes implicaciones en la teoría y la práctica políticas.

La Reforma de Lutero se produce en un período caracterizado por el tránsito del feudalismo al capitalismo, con grandes alteraciones sociales, resistencia de los perjudicados a la nueva coyuntura, difíciles cambios de mentalidad, y descontento del campesinado en una Europa desproporcionadamente rural. Si bien Lutero ayudó a darle forma y dirección a muchas de las nuevas tendencias, gran parte de lo que sucedió posteriormente quedó fuera de su dirección, intención y dominio.

En la historia de la teoría política, la importancia de Lutero radica no solamente en su ataque contra la teología política, disolviendo la alianza entre pensamiento religioso y pensamiento político, sino además en la elaboración de un importante conjunto de ideas sobre la autoridad, la obediencia y el orden, dando lugar a tres tipos principales de pensamiento político: luteranismo, calvinismo y radicalismo de las sectas, especialmente la anabaptista.

Subrayó la necesidad de mantener la separación de las autoridades espirituales y seculares, porque el Estado es una autoridad que ejerce el poder al que atañe exclusivamente el orden temporal, mientras que la Iglesia es la comunión o el sacerdocio de todos los creyentes que responden al evangelio del amor de Dios. Los cristianos movidos por el amor deben participar en el orden social, reformarlo y mejorarlo para el bien de la humanidad, dándole así un valor positivo al Estado como un instrumento del amor de Dios. Instó a los hombres a que estuvieran agradecidos a él y a que lo apoyaran.

El protestantismo quebró el poder de la institución eclesiástica mediante la ruptura del dominio único y universal de la Iglesia, liberando al Estado de toda subordinación a la jerarquía religiosa, lo cual implicó una autonomía que no era necesariamente la idea moderna del Estado pero que indudablemente implicó un incremento de su soberanía y autarquía. El gran debate teórico del Medioevo por el protagonismo del regnum y el sacerdotium llega a su fin: es el poder secular el que se hace cargo.

La Reforma confirió a los Estados en los que se implantó el control sobre áreas tan significativas como la asistencia social, la enseñanza y la atención pastoral, y transfirió al poder civil los recursos económicos que el clero se atribuía para cumplir estas misiones sociales. Además, el poder y las riquezas perdidas por algunos nobles y por la jerarquía católica pasaron a manos de la burguesía y los monarcas protestantes.

Al transformar al sacerdote medieval, cuya autoridad surgía de una tradición de siglos, en un ministro que exponía y explicaba la Palabra de Dios y cuyo cargo derivaba del consentimiento de sus pares, y al luchar a favor de una fe sencilla sin las complicaciones y las sutilezas de los teólogos, Lutero afirmaba tanto el derecho como la capacidad de la congregación religiosa para juzgar las enseñanzas. Esto tuvo vastas implicaciones en el pensamiento político, sin olvidar que la organización de la iglesia de Calvino se inspiraba en modelos democráticos e incorporó ideas de gobierno representativo.

La vertiente calvinista del protestantismo desarrolló la idea democrática en lo religioso, pero no porque fuese democrática en el sentido moderno del término (no lo era, ya que ignoraba por completo la libertad de conciencia, y más aún, la rechazaba en calidad de escepticismo ateo), sino por su funcionamiento interno en aspectos puramente espirituales. La proyección del ámbito religioso en el plano secular posibilitó el desarrollo del sentido de responsabilidad individual y colectiva, la afirmación posterior de derechos individuales, y el surgimiento de las doctrinas y prácticas democráticas.
El protestantismo es considerado como uno de los progenitores de la cultura moderna, ya que lucha en contra de la cultura eclesiástica con una autonomía cuya consecuencia es el individualismo. Con la Reforma surge el individualismo religioso, formulado conscientemente como principio y desvinculándose de un instituto jerárquico universal. Representa la religiosidad que corresponde a la cultura individualista moderna.

La traducción de la Biblia dotó a los alemanes de un idioma renovado, unificador de las variedades anteriores, creando una obra única por su precisión expresiva, su riqueza y eficacia lingüística. Esta Biblia vernácula se tornó un decisivo agente de alfabetización, estimulando la educación popular con la creación de nuevas escuelas por parte de protestantes, y contribuyendo notablemente al desarrollo de la conciencia nacional.

A medida que progresaba la difusión del protestantismo, muchas entidades políticas europeas elegían formas específicas de cristiandad como su religión oficial. Esta división de la Iglesia hizo que el catolicismo pierda un gran número de fieles y origina una serie de conflictos religiosos y políticos que continúan hasta nuestros días como en Irlanda.

El luteranismo favorece políticamente al absolutismo y es en esencia conservador, ya que fomenta la resignación ante las injusticias del mundo y considera que las desigualdades sociales y los poderes autoritarios son voluntad de Dios.

La explicación más tradicional es que la Reforma estalló por los abusos de la Iglesia de Roma, tema que se remonta al mismo Lutero, quien regresa desengañado de su visita a Roma en 1510-11, la “falsa ciudad santa”, y que pocos años después se rebela por el escándalo de las indulgencias. Muchos historiadores y teólogos protestantes, sin descuidar las causas políticas, consideran que la reforma de Lutero fue una reacción ante la corrupción de la Iglesia y la decadencia del clero. Debido a que la explicación moral resultaba insuficiente, otros interpretaron que Lutero realizó una rebelión teológica frente a la crisis religiosa de su época.

Los autores católicos han insistido en las razones personales y políticas de Lutero y la Reforma, relacionadas con la intimidad del autor y la avidez de los príncipes alemanes. Para otros, la Reforma no fue más que la consecuencia del trastorno de las condiciones económicas y sociales, o el simple desenlace de una especie de cadena de herejías

Muchos pensadores subrayaron el aspecto medieval de las concepciones religiosas e intelectuales del reformador, llegando algunos a la conclusión de que Lutero había sido el restaurador de una teología medieval agustiniana y paulina y no el creador de una nueva concepción religiosa: por lo tanto, su perspectiva -incluso la política- estaba más ligada a la Edad Media. Los que vinculan a Lutero con la modernidad lo consideran como un precursor de la libertad, un defensor del individualismo y un luchador contra la tradición.
Existe también un debate acerca de la relación entre el capitalismo y el protestantismo, considerado por algunos como un factor de progreso económico, mientras que el catolicismo sería un factor de estancamiento. El protestantismo sería responsable de un estado de ánimo que se opone a la mentalidad tradicional y medieval. Se han invocado muchos argumentos en cuanto al surgimiento del espíritu capitalista, especialmente en el protestantismo de tinte calvinista, que aceptaba el préstamo con intereses rechazado por la Iglesia católica y por el mismo Lutero, lo cual habría contribuido al auge del capitalismo en los países protestantes.
Max Weber, en su clásica obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, ha extendido la idea de que el espíritu capitalista deriva del protestantismo, invirtiendo la teoría de Marx. La noción protestante de “vocación” fue utilizada por Lutero, pero influido por las doctrinas escolásticas, fue muy hostil al comercio. Por el contrario, en los medios calvinistas la “vocación” incluía a todas las actividades lucrativas. De acuerdo a Weber, la moral calvinista deriva del dogma de la predestinación, por la cual el elegido vive sólo para la gloria de Dios poniendo ardor en el trabajo y siendo el éxito en los negocios una señal enviada por Dios para indicarle que es uno de los salvados. Las ganancias se convierten en un fin en sí, pero no para gozar de los placeres del mundo sino para acumular riquezas frugalmente. La moral calvinista desprecia a los pobres y mendigos, pero generaría un dinamismo y progreso en el cual cada uno puede desarrollar hasta el máximo sus capacidades.

El hecho de que el cristianismo, al menos en las versiones más oficiales de las confesiones católica, protestante y ortodoxa, se haya vinculado históricamente a la causa de la monarquía del Antiguo Régimen ha sido motivo suficiente para convertirse en el blanco de sus críticas y hasta de su negación por el republicanismo. Se ha llegado a convertir en un lugar común entre los historiadores republicanos (Pocock, Skinner) el afirmar que el republicanismo se ha desarrollado al margen e incluso en contra de la tradición cristiana.

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