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marzo 28, 2007

LA ESTRATEGIA IDEOLOGICA ESTADOUNIDENSE

RESUMEN
Los objetivos de la estrategia ideológica norteamericana son: 1.Asegurar el libre acceso de los sistemas de divulgación del american way of life a todas las sociedades; 2. Promover la divulgación de los ideales estadounidenses mediante sistemas de entrenamiento profesional para probables integrantes de las futuras elites de terceros países; 3. Garantizar el control de las Secretarías de organismos internacionales multilaterales con capacidad de formulación ideológica “internacionalista”; 4. Presentar el modelo socialista de organización política, económica y social como intrínsecamente malo, conculcador de los valores occidentales; 5. Mostrar a los Estados Unidos como paladines de la independencia de los pueblos coloniales, de la libertad individual, de la democracia, de la iniciativa privada y de los valores espirituales del hombre, de la igualdad y de la no discriminación étnica, religiosa y económica. A la par de esta estrategia, los EEUU mantienen como políticas de estado inmarcesibles, las que atañen a los objetivos militar, político y económico.
PALABRAS CLAVE
Hegemonía. Ideología. Estrategia. Política Exterior. Sociedad norteamericana.

Estados Unidos es a la vez democracia e imperio,
y ésta es su mayor contradicción.
Octavio Paz.
Introducción
¿Por qué la élite norteamericana de poder no logra compatibilizar el interés nacional de los EEUU con los intereses generales del mundo? Tras el fin de la II Guerra Mundial EEUU se transformó en una superpotencia, que pese a los sucesivos cambios de presidentes constitucionales, ha mantenido como políticas de estado grandes estrategias en los campos militar, económico, político e ideológico. Pero, además, las iniciativas estadounidenses son organizadas en torno de la visión que la propia sociedad norteamericana tiene de sí misma y de su estrategia de dominación ideológica con relación a los demás estados y sociedades. Nos proponemos analizar los objetivos de la política exterior norteamericana desde la última posguerra, para comprender el escenario internacional, la evolución de las grandes tendencias y la acción de las estructuras hegemónicas.
Necesaria precisión de conceptos
Previo a adentrarnos en la cuestión ideológica, describiremos someramente las restantes estrategias:
La estrategia militar: tiene por objeto impedir la reemergencia de Japón y Alemania como potencias militares capaces de desencadenar conflictos y de oponerse a la hegemonía norteamericana. Asimismo, busca impedir el surgimiento de potencias militares capaces de desencadenar conflictos y de oponerse -aunque sea regionalmente- a la hegemonía estadounidense (v.g: Venezuela, Irán, Corea del Norte). Pretende mantener la inviolabilidad del territorio norteamericano; proteger los intereses de EEUU en terceros países, si fuera necesario por la fuerza, y especialmente asegurar el acceso a insumos básicos, como el petróleo. Aspira a mantener una capacidad de intervención militar directa y rápida en cualquier región del mundo. Desea desarrollar sistemas de armas de alta tecnología que permitan compensar una eventual inferioridad numérica de las fuerzas convencionales y reducir la probabilidad de bajas militares de EEUU en combate. (Pinheiro Guimaraes, 2005: 94)
La estrategia política se cimenta en tres objetivos: Implantar por tratado y preservar una organización política internacional, de duración indefinida y asegurar el derecho a veto de los EEUU en las decisiones de la organización, y la preponderancia de las decisiones del gobierno norteamericano sobre cualquier decisión de carácter internacional. Actuar para la implementación y permanencia de regímenes políticos democráticos y representativos -en cuanto fuere posible-, en terceros países que garanticen adecuadamente la influencia y la defensa de los intereses políticos y económicos norteamericanos. Apoyar los movimientos políticos opositores a gobiernos contrarios a los intereses económicos estadounidenses y a sus iniciativas políticas.
La estrategia económica: se puede resumir en el propósito de mantener la influencia hegemónica de los intereses norteamericanos, adquirida en la II Guerra Mundial, como forma de contribuir a niveles de bienestar cada vez mas elevados de la población de EEUU. Para ello, promocionan hasta el hartazgo las medidas que contribuyen a asegurar sus objetivos: Implantar un sistema económico internacional, cuyas normas aseguren la circulación libre de bienes, servicios y capital (pero no de trabajadores); mantener la capacidad de protección a sectores de la economía norteamericana amenazados por la competencia extranjera; inducir a terceros Estados a adoptar instituciones, normas y políticas semejantes a las estadounidenses; garantizar el acceso directo de los EEUU a las fuentes esenciales de materia prima para la economía norteamericana, especialmente energía; avalar la más amplia libertad de acción de las empresas estadounidenses que actúan en el exterior; impedir la transferencia de tecnología que permita el surgimiento de competidores efectivos en los mercados más lucrativos.
La estrategia ideológica norteamericana
Hablar de ideología exige remitirse a sistemas de creencias o sistemas de representación (Hall, 1998:45) que tienen como función reproducir sistemas de dominación (que se ejerce para generar o mantener la desigualdad). Discutir de procesos de significación remite a su construcción discursiva para poder constituirse socialmente[1]. La ideología pretende mantener unas determinadas dominaciones/ desigualdades[2] y para ello se vale -en la elaboración del discurso- de estrategias de construcción simbólica que a su vez resultan funcionales para los modos de operar típicos de las ideologías, para sus exigencias estratégicas centrales. Defender una situación de dominación, de desigualdad, exige presentarla como legítima (modo de operar) y para legitimarla es necesario describir esa realidad como racional, o como universal o como formando parte de una narración, de un gran relato histórico (estrategias de construcción simbólica).
Uno de los valores ideológicos más sólidamente implantados en las sociedades occidentales es aquel que otorga la exclusiva de la racionalidad democrática a las instituciones representativas del sistema político. El discurso ideológico de la democracia representativa se asienta en cuatro pivotes. El primero enfatiza que la delegación de poder (y de la fuerza ligada al poder) es la única forma de obtener seguridad y evitar el caos social[3]. El segundo muestra la inviabilidad de una democracia basada en la participación de millones de personas en la toma de decisiones políticas[4]. El tercero vincula la legitimidad del modelo (voto=soberanía popular), con su capacidad para representar intereses generales (gracias a su canalización partidaria) frente a los riesgos corporativistas y de atomización de intereses, propio de la democracia directa. El cuarto plantea la ventaja que supone para el ciudadano el que pueda dedicarse a gestionar sus asuntos privados, porque ya hay quien resuelve los comunes, es decir legitima socialmente la despolitización.
Al margen de la opinión que se tenga sobre las bondades o defectos de la democracia representativa, es evidente que se asienta en una desigualdad en el ejercicio del poder. Aquella por la cual unas élites mandan y tienen acceso a recursos de poder político y el resto de la sociedad carece de tales recursos. La función del discurso ideológico es mantener dicha desigualdad. Desde el fin de la II Guerra Mundial, los sucesivos gobiernos norteamericanos junto con los medios de comunicación y audiovisuales se han esforzado en insistir hasta el cansancio que el modelo estadounidense político, económico, social y cultural es el paradigma a ser logrado por todos los países. Lo hacen además porque consideran -pueblo y gobiernos- que su sistema político es indudablemente perfecto. Como prueba de su aserto señalan que la Constitución de 1787 mantiene su vigencia, no han conocido dictaduras y todos los presidentes fueron elegidos por el voto.
La sociedad norteamericana cree fervientemente que su sistema económico logró instaurar la mayor y mas dinámica economía mundial, caracterizada por la igualdad de oportunidades, mercados libres y competitivos, un poder económico que no controla al gobierno ni al Estado y diferencias “naturales” de renta entre los mas y los menos favorecidos. Opinan -y con mas énfasis después de los eventos del 11-S que su política exterior es esencialmente pacífica, que las acciones militares que emprenden tienen en miras el bienestar de la comunidad mundial, la implantación de la democracia y la destrucción del siniestro terrorismo; mas nunca el beneficio de los EEUU. A la par consideran que los restantes Estados tienen una tendencia innata agresiva, competitiva y de cierta envidia ante el progreso y estilo de vida norteamericanos.
El imperialismo del siglo XXI se explica en la necesidad de encontrar nuevos mercados e invertir capitales, coadyuva a ello una dirigencia política encabezada por el Presidente Bush que fundamenta su accionar en la búsqueda de mayor poder y gloria y la expansión de su ideología cuasireligiosa. Por ello varias teorías confluyen en los EEUU del presente y ayudan a explicar la conducta norteamericana de gendarme del mundo: Ambición de grandeza y gloria descripta por Langer, a la que adhieren David Laudes, R.J. Hammond; la planteada por Raymond Aron conocida como “Teoría de la indeterminación de la conducta estratégico-diplomática” y la formulada por Winslow que pregona la existencia en las colectividades humanas de una tendencia a querer dominar a otros grupos.
En relación a la vinculación con EEUU la opinión de I. Wallerstein (2005:17) es clara y contundente:
“Estados Unidos ha tratado a América Latina como si fuera su patio trasero, su coto de caza privado y su zona de principal influencia. Después de todo, la doctrina Monroe data de 1823. La oleada revolucionaria latinoamericana de los sesenta, que desafió el dominio de los norteamericanos, para mediados de los setenta ya estaba refrenada. Para el año 2000 el gobierno norteamericano podía sentirse relativamente tranquilo en lo tocante a la evolución del continente. Los gobiernos estaban en manos de civiles, las fronteras económicas abiertas en su mayoría y, de no ser el de Cuba, no había ningún gobierno hostil.”
El desarrollo de América Latina es incompatible con EEUU, sus recetas per se o por interpósitos organismos multilaterales de crédito han demostrado de manera irrebatible su pretensión dominante y su ominoso fracaso. La mas fuerte potencia que jamás haya existido, es paradojalmente una sociedad en permanente estado de pánico e inseguridad. El viejo Emporio de la Libertad, que alambró su país luego del atentado del 11-S nunca concederá a Latinoamérica las cuatro libertades de movimiento básicas en todo mercado común: bienes, capitales, servicios y personas, sólo pretende el tráfico condicionado y controlado de mercancías. América Latina, mas allá del renovado interés de EEUU por nuestro futuro, debe encaminarse a una verdadera revolución por la segunda independencia, como ha planteado Cockcroft (2004) parafraseando a José Martí, “para impedir a tiempo con la segunda verdadera independencia de Nuestra América que se extiendan por todo el planeta los EUA y caigan, con esa fuerza más, sobre la humanidad."
Uno de los principios de la vida de relación internacional es el del respeto mutuo “todo estado debe respetar a los demás”. Es el que EEUU más ha soslayado reiteradamente. Es un anhelo la aparición del nuevo consenso latinoamericano (Edwards:1997), desde la lógica de América Latina y no la del Banco Mundial. Reconstruir el continente -como postula Chomsky (1998)- lo cual debe darse en base a tres imperativos: el fin de la explotación y la desigualdad, una nueva sociedad antiestatista y la realización del ciudadano como sujeto participativo. En América Latina el Estado no parece existir sino para pagar la deuda exterior y garantizar la paz social, lo que significa, en otras palabras: vigilar y castigar. Para evitar que los invisibles se conviertan en visibles es necesario comprar armas y multiplicar las personas de uniforme, mientras que escasean los fondos públicos destinados a educación, a la salud, a la vivienda, y desaparecen las ayudas para compra de artículos de primera necesidad. El sistema fabrica a los pobres y les declara la guerra. (Albiñana, 1999).
Más aún, la sociedad norteamericana considera que su misión, es preservar los valores occidentales (libertad política y religiosa, democracia representativa y capitalismo) frente a cualquier enemigo y en pro de todos los países que comulguen con su ideología. Para ello, intentan vulnerar todo pensamiento o ideología contraria a sus convencimientos. La vulnerabilidad ideológica externa es la más grave, pues, no sólo condiciona el proceso de formación de la visión del mundo y de la sociedad latinoamericana por parte de sus elites intelectuales y dirigentes y, por lo tanto, la orientación estratégica de desarrollo y de política exterior; sino que corroe la autoestima de la población. Para ello se emprendió una campaña de descrédito de las instituciones: difundiendo teorías del "fin de las fronteras" y de globalización caritativa y de una correspondiente desmoralización de los conceptos de nación y de país; con la penetración abrumadora en todos los medios del producto ideológico extranjero, desde las películas de cine y televisión hasta el espacio conferido en la prensa a artículos de ideólogos foráneos y finalmente a la idea de que sólo hay una salida para Latinoamérica, que es la obediencia a los deseos del "mercado" y a las políticas "inducidas" por el FMI y sus mentores, ya sean el Departamento del Tesoro, los mega-bancos o las multinacionales.
De cómo EEUU persigue la concreción de los objetivos de su estrategia ideológica
Lo hace a través de cinco medios que pueden describirse de forma sintética:
a) Asegurar el libre acceso de los sistemas de divulgación del american way of life a todas las sociedades. Para ello defienden el principio de “libertad de información” y se oponen a toda política de protección de la producción cultural en cualquier país, a la creación de agencias estatales de noticias y a la iniciativa de la UNESCO de crear un nuevo orden internacional de información, lo que llevó a EEUU a abandonar en 1984 dicho organismo multilateral.
b) Promover la divulgación de los ideales estadounidenses mediante sistemas de entrenamiento profesional para probables integrantes de las futuras elites de terceros países. Este objetivo es promovido a través de la United States Information System (USIS) y de los programas de becas de Universidades, Fundaciones, Comisión Fulbright, a través de la creación de la United States Agency of Internacional Development (USAID)
c) Garantizar el control de las Secretarías de organismos internacionales multilaterales con capacidad de formulación ideológica “internacionalista”. EEUU ha intentado controlar las diversas instituciones internacionales por intermedio de su influencia decisiva al momento de elegir secretarios. Fundan su presión en sus aportes a los presupuestos de los organismos internacionales y en los objetivos estratégicos del Estado norteamericano que representan el BM, FMI y OMC, los que paulatinamente lograron alinear con su ideología económica “correcta” a la CEPAL, BID, UNCTAD y UNIDO. Nuestro organismo continental, la OEA, se halla desde hace bastante tiempo en una crisis financiera y mas grave aún, de tipo político, por falta de interés primario de EEUU, que casi siempre ha colocado un Secretario General títere, y por otro lado muchos países miembros ven a la Organización como inoperante y sin peso específico, incapaz de anticipar conflictos y generadora de juicios de valor tardíos y con escasas repercusiones. La elección del chileno Insulza, en 2005, como nuevo Secretario General, abre una ventana a la esperanza, porque fue justamente el candidato contrario al preferido de EUA, quien por primera vez en casi seis décadas no pudo imponer sus deseos. Para el Wall Street Journal (3/05/2005), la victoria de Insulza “subraya la declinación del poder de EEUU sobre la OEA.”
d) Presentar el modelo socialista de organización política, económica y social como intrínsecamente malo, conculcador de los valores occidentales. La estrategia ideológica norteamericana se vio favorecida por la existencia del socialismo en la URSS, lo cual le permitió atacarlo, estigmatizarlo y exhibirlo como el enemigo público número uno de la sociedad estadounidense. El gobierno de EEUU se encuentra dominado por la derecha religiosa con el Presidente Bush -llamado por Hatfield (2004) “el Nerón del siglo XXI”-, elegido fraudulentamente por primera vez donde tomó el poder de manera ilegal -casi por asalto- y que luego venció en los comicios gracias a estrategias comunicacionales de manipulación del miedo. Caída la URSS, la aparición del enemigo que con tanto denuedo buscaban se viabilizó en el terrorismo fundamentalista musulmán.
e) Mostrar a los EEUU como paladines de la independencia de los pueblos coloniales, de la libertad individual, de la democracia, de la iniciativa privada y de los valores espirituales del hombre, de la igualdad y de la no discriminación étnica, religiosa y económica. Con esta táctica, se presentan por medio de sus aparatos propagandísticos como los paladines de la democracia (pese a su apoyo a diversas dictaduras: Pinochet, Somoza, Stroessner, Marcos, Mobutu, Reza Pahlevi etc); contra el totalitarismo comunista; de la independencia de los pueblos coloniales (mas allá de sus votos en la ONU contrarios a la descolonización portuguesa); de la no discriminación étnica (empero la legislación racista del Sur, la discriminación de hecho que hoy existe contra toda minoría, el desprecio por los latinoamericanos -en especial mexicanos-); de los valores espirituales del hombre (muy a pesar del culto al consumismo, la riqueza y el hedonismo).
CONCLUSIONES
Frente a este panorama, la estrategia económica americana para América del Sur, matizada y agravada hoy por el nuevo enemigo, el terror internacional, cuya existencia maléfica, difusa y terrible lo justifica todo, sigue, en su esencia, siendo la misma: mantener los lazos de dependencia económica y financiera de los dos principales Estados de América del Sur utilizando los acuerdos con el BM, BID y el FMI y su creciente administración directa; abrir y mantener abiertos sus mercados para bienes, servicios y capitales y el acceso a materias primas estratégicas como la biodiversidad y el agua, a través de la consolidación interna de estas políticas por la legislación doméstica, por la creación de agencias reguladoras "técnicas", por la negociación de acuerdos de libre comercio bilaterales al estilo de Chile o multilaterales, como el ALCA, y finalmente por la elección de candidatos proclives a tales políticas.
En la vertiente militar de su estrategia de hegemonía continental, los EE.UU. difundieron con éxito la idea de que, en el nuevo orden mundial, América del Sur era un continente de paz, que la existencia de ejércitos nacionales era la única causa de autoritarismo, de nacionalismo arcaico y de tensiones aunque pocas, que la reducción de gastos militares liberaría recursos para el desarrollo y la implantación de nuevas políticas liberales y que había una carrera armamentista entre Brasil y Argentina. Así, los países sudamericanos deberían cooperar con los esfuerzos de paz mundial adhiriendo a los acuerdos asimétricos de no-proliferación, reducir sus fuerzas convencionales, establecer mecanismos de seguridad cooperativa, desmontar sus industrias bélicas, cooperar en la lucha contra las "nuevas amenazas" y transformar sus Fuerzas Armadas en fuerzas policiales.
Las estrategias ideológicas y económicas americanas en América del Sur, se entrelazan y se refuerzan mutuamente. Los programas de formación de científicos sociales y economistas, ejecutados desde la década del 60, llevaron a la ascensión de tecnócratas al comando de las estructuras del Estado, como integrantes de los equipos que implementaron las políticas de apertura, desregulación y atracción de capital multinacional.
Estas políticas, a su vez, ampliaron la intervención en la economía de estos países de las mega-empresas multinacionales y esa presencia aumentó su influencia política, tanto en la difusión de visiones del mundo, como en la defensa de las estrategias implementadas por aquellos equipos. Por otro lado, el control de los medios de difusión audiovisuales, en especial el cine y la televisión, permitió una influencia extraordinaria en la formación de hábitos de consumo y de los valores sociales típicos de la sociedad de consumo depredadora, individualista y apolítica.
Las políticas antidemocráticas y retrógradas socialmente, la agresión al medio ambiente, la blandura con los fraudes empresariales, la estrategia del miedo y de las intervenciones unilaterales y preventivas, no contribuyen a la creación de las condiciones para reactivar la economía americana y mundial y así reducir la expansión de las políticas de derecho en el centro del sistema, ni a la reducción de las tensiones regionales y la revuelta social contra las políticas neoliberales en la periferia. En palabras de Borón (2003:258) “No cabe pues la menor duda de que la presencia y el accionar de los intereses imperiales constituyen un obstáculo objetivo que ha frustrado reiteradamente las aspiraciones democráticas de América Latina)
La falta de apego al Derecho Internacional, la decisión de controlar directamente, sin disfraces, las agencias multilaterales, la burla a los principios de la ONU de autodeterminación, soberanía y no-intervención corroen el sistema ideológico, militar, político y económico establecido luego de la II Guerra Mundial, pero no lo sustituyen por otro sistema que pueda permitir la continuidad “light” de la hegemonía de las grandes potencias.

INDICE BIBLIOGRAFICO
ALBIÑANA, C. (1999) Geopolítica del caos. Madrid: Editorial de Le Monde Diplomatique -edición española-
BORON, A. (2003) Estado, capitalismo y democracia en América Latina. Buenos Aires: CLACSO
CARRIQUIRY, G. (2005) Una apuesta por América Latina. Buenos Aires: Sudamericana
CHOMSKY, N. (1998) Habla de América Latina. Buenos Aires: Política.
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Páginas Web consultadas:
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http://www.usis.com [31/07/2006]
http://www.usaid.gov/espanol [31/07/2006]
http://www.wsj.com [31/07/2006]
http://diarioepoca.com/2005/05/04/internacionales/inzulza_desmintio.php [03/08/2006]

[1] Algunos autores identifican discurso con ideología, en cuanto que otorgan al primero una estrategia legitimadora de la dominación- la construcción hegemónica-, característica consustancial de las ideologías. Así para Laclau (1990) y Hall (1988) la "construcción" de la hegemonía (no ahora en su concepción gramsciana) en base especialmente a definir la divisoria entre amigos/ enemigos y marcar la superioridad de los primeros sobre los segundos, es fundamental en el discurso. Nosotros creemos, sin embargo, que hay y puede haber discurso, sin construcciones simbólicas dirigidas hacia la dominación.. Por otra parte creemos que al insertarse la constitución de las estructuras ideológicas en prácticas sociales, el término discurso podría resultar reductivo. Para un estudio amplio de la teoría del discurso ver Howarth (1997)
[2] Existen, desde luego, otros usos distintos del concepto "ideología". Los estudios sobre los diferentes usos de la ideología - la ideología como visión deformada de la realidad, o como visiones globales y neutras - son prácticamente interminables. Además de los "clásicos" -Lenk (1974), Plamenatz (1983) Zeitlin (1982)- hemos de destacar a Larrain (1994) y especialmente a Thompson (1990) cuya cercanía con la definición de estrategia discursiva sustentadora de la desigualdad, aquí utilizada, es evidente
[3] En consecuencia la obediencia al poder político es la forma de evitar la guerra de todos contra todos. Para la vigencia de la obligación política basada en el paradigma hobbesiano, ver Dunn (1991).
[4] La crítica de Habermas (1981) al modelo y conceptos dominantes sobre la Opinión Pública se centran, en particular, en este aspecto del discurso ideológico de la democracia representativa al que contrapone el diálogo racional y plural de los ciudadanos. Otras posiciones críticas pueden encontrarse en los ya "clásicos" Lukes (1974) y MacPherson (1982), además de otros posteriores como Keane (1993), Fishikin (1995) o Jáuregui (1994).

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