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marzo 31, 2007

A 25 AÑOS DELA GUERRA DE MALVINAS


BEATIFICACION S.S. JUAN PABLO II




Oración para implorar favores por intercesión del Siervo de Dios Juan Pablo II
Oh Trinidad Santa,
Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de la cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor.
Él, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.
Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos. Amén

Apuntes sobre la democracia

Crítica a la democracia representativa
Partimos de que la democracia es un sistema político con múltiples variantes “realmente existentes”. Pero también, la democracia es un “sistema de ideologías”, es decir de ideas ora confusas, ora erróneas, que figuran como contenidos de una falsa conciencia, vinculada a los intereses de determinados grupos o clases sociales, en tanto se enfrentan mutuamente de un modo mas o menos explícito. Al amparo de la doctrina de la democracia representativa, EEUU incurrió en injustificables arbitrariedades históricas. En la OEA, se está abriendo paso la idea que la democracia tiene diversidad de formas. Por cierto, que en esta materia el organismo está en déficit con las Naciones Unidas, que ha aprobado resoluciones muy importantes sobre la necesidad de admitir que la democracia no tiene un modelo único y que, por lo tanto, no puede ser exportado.[1]
Constituye un tema reiterado de estos tiempos postmodernos referirse a la crisis de la democracia representativa, sus insuficiencias, sus limitaciones, su "ingobernabilidad" [2], sus "promesas incumplidas" [3], sus "dilemas[4]", su "decadencia" [5] su "muerte lenta[6]", etc. En todas partes, la democracia triunfante en el mundo, en su forma de democracia representativa, si bien ha llegado a ser el modelo político legítimo por excelencia, está acompañada al mismo tiempo de una pérdida de credibilidad en sus principales instituciones (los partidos políticos, las elecciones y los poderes públicos), y de un "desencanto" que se manifiesta en una devaluación generalizada de la política expresada en el "malestar" de la política, la desaparición de los grandes liderazgos capaces de generar entusiasmo en la ciudadanía, en el desprestigio y percepción negativa de los políticos, en el rechazo de los ciudadanos a interesarse por lo público y a dedicarse sólo a los aspectos privados de su existencia, en una creciente apatía e indiferencia acompañadas por el fenómeno de la "antipolítica", y, hasta en la connotación peyorativa de la propia palabra "política". Definitivamente, la "brecha de confianza" entre los ciudadanos y sus representantes de estudiada por Lipset y Schneider[7], lejos de haberse reducido parece que continúa ensanchándose..
Fundamentalismo democrático: democracia como ideología
Lo anterior lleva a las tentaciones del fundamentalismo democrático, de las que da cuenta J.L. Cebrián [8] El fundamentalismo democrático considera a la democracia, una ideología. Como tal, existe la tentación de imponerla hegemónicamente. Gustavo Bueno[9], por su parte, apunta al concepto de democracia individualista y liberal que se corresponde con el de individuo-consumidor-ciudadano satisfecho que pretende vivir epicúreamente y dejar vivir a cada uno en paz y en libertad. Define al fundamentalismo democrático como: “esa ideología de nuestro tiempo que sostiene que las sociedades políticas democráticas…realizan la idea de democracia.” Y concluye en que el fundamentalismo democrático es una ideología delirante, mítica, fanática, peligrosa, porque dogmatiza que “la idea de democracia es el fundamento de toda sociedad política.”[10] Este fundamentalismo se expresa en dos formas: el contractualismo democrático de los individuos y el fin de la historia de Fukuyama.
Aspiramos a delinear una crítica dentro de la democracia, como afirma O´Donnell, para pedirle y exigirle más, pero no para su destrucción. Una critica democrática de la democracia que desenmascare la corrupción de su funcionamiento, que denuncie con el objetivo de cambio la situación de ruptura entre gobernante y gobernado y que exponga los motivos por los cuales contribuyó a dibujar el mapa de la exclusión social, contrariando su ethos normativo de igualación social. La crítica que se formulará ha de ser quizás una paradoja más dentro de las paradojas de la democracia, como la del guerrero longobardo Droctulf en El Aleph de Borges, el que deslumbrado por su belleza, pasó de atacante a defensor de la ciudad de Rávena.
Finalmente, para analizar la crisis de la democracia no puede soslayarse la obra de Monereo Pérez[11], con una vuelta al pensamiento de Harold Laski, quien entendía que el Estado democrático no podía ser una maquinaria al servicio del orden económico, sino la respuesta a la cuestión social desde una perspectiva de justicia y de participación ciudadana.
Tres críticas además se le formulan a la democracia , que habremos de considerar y son en esencia[12]:
a) La crítica populista: fustiga a las elites políticas alejadas del pueblo y sospecha sistemáticamente del principio de representación por el riesgo de una deriva hacia una autonomización mas o menos total de los representantes. Esta tendencia se apoya sobre uno de los aspectos básicos de nuestra democracia contemporánea (la llamada democracia de opinión), que intenta aglutinar reacciones espontáneas y poco reflexivas bajo la forma de una vox populi tan masiva como incontestable.
b) La crítica elitista aunada a la demagogia populista: Para esta hipótesis el mejor escudo contra las intervenciones intempestivas del pueblo reside en los cerrojos institucionales. Es la llamada “democracia de expertos”, que solo deja al resto la posibilidad de elegir o recusar a un equipo de burócratas en beneficio de otro.
c) La crítica activista: apunta al carácter formal de los procedimientos democráticos. Preocupada por la participación activa del mayor numero de personas, rechaza el mecanismo de delegación, que aleja el poder del ciudadano. Pone el acento sobre las virtudes de la democracia participativa y la valoriza frente a la democracia representativa. Su propósito es lograr que los ciudadanos sean actores y responsables. Esta corriente cae en la denominada “democracia de efervescencia” porque tendría como único proyecto la movilización permanente de energías contestatarias, sin tomar en cuenta la capacidad de actuaciones conjuntas.
Efectos liberadores de la democracia
Legros[13] muestra con una claridad inusual que precisamente lo que la democracia tiene de liberador es que deja en suspenso las pertenencias (a una clase, un sexo, una raza, una nación, una religión) con las que nutrimos nuestras identidades. “La cuestión no es encontrar un nombre nuevo a la democracia, sino descubrir su verdadera esencia y realizarla; pasar de la democracia burguesa, desecada por sus hipocresías y por falta de savia evangélica a una democracia íntegramente humana; de la democracia frustrada, a la democracia real.”[14]El papel principal de la democracia debe ser ocupado por la Persona Humana. La primacía no es para el Estado, ni para el Capital, tampoco para el Mercado, como en otros sistemas.[15]
VARIANTES ACTUALES DE LA CUESTION
Democracia Delegativa
O´Donnell[16] incluye a la Argentina dentro de este “nuevo animal” y plantea con originalidad su conceptualización, caracterización y comparaciones con el pasado. El significado de democracia delegativa comprende la premisa que la persona que gana las elecciones presidenciales “está autorizada a gobernar como crea conveniente, sólo restringida por la cruda realidad de las relaciones de poder existentes y por la limitación constitucional del término de su mandato”…”Consiste en producir por medio de elecciones limpias, una mayoría que autoriza a alguien a convertirse, por cierto número de años, en la exclusiva corporización e intérprete de los más altos intereses de la Nación.” Se daría en esos casos un “pacto delegativo”[17] al momento de celebrarse los comicios.
Uno de los principales interrogantes es: si las características de la delegación guardan su origen en la conjunción de condicionantes estructurales con una necesidad de mantener el orden mínimo debido a la crisis económica y la presión de factores externos para implementar el modelo antes mencionado; o, nos cabe preguntarnos, debido a la importancia que asume el rol presidencial, si es a raíz de las características personales de tal o cual presidente que se estructura la delegación, o bien obedece a estos elementos más allá de quien ejerza este papel. Frente al tipo de democracia que logra instaurarse se nos presenta el siguiente dilema:¿logran institucionalizarse las democracias delegativas?
NeodecisionismoEl neodecisionismo es “un modelo de decisión política fuertemente concentrado en la figura presidencial (…) Este nuevo decisionismo se instala con fuerza irresistible como concepción de la gobernabilidad asentada en las prerrogativas y la performance de un Ejecutivo deciddior, que establece su supremacía indiscutida sobre los demás poderes como guardián del orden político y constitucional y gran expeditivo reformador económico y administrativo”[18]
Modelo agonístico de la democracia
Chantal Mouffe[19] expone su modelo agonístico de democracia frente al modelo deliberativo. Contrapone agonismo a antagonismo: no hay enemigos, sino adversarios políticos. La existencia de adversarios implica pluralismo y la necesidad de tomar decisiones para alcanzar los objetivos democráticos. El agonismo revitaliza, además la democracia, ya que el excesivo consenso lleva a la apatía y pasividad
Adjetivaciones de la democracia
Otro de los capítulos abordará las adjetivaciones de la democracia. Con Moulian[20] podemos señalar que la democracia es una palabra polisémica y de usos variados, pues tras el nombre a veces se esconde tanto una dictadura como una semidemocracia, o una democracia representativa como una participativa. Por ello, ha de interrogarse ¿cuál es el elemento esencial del fenómeno que se denomina democracia?
Destaca Sala, que en América Latina, “democracia casi sin excepción adjetivada- ha referido no solamente a tipos de gobierno y sistemas políticos, sino a estructuras sociales y culturales” [21]. Esta última observación es especialmente significativa, pues en lo que hace a nuestra historia latinoamericana, pone en relieve que la democracia no ha sido concebida sin apellidos y que lejos de poder ser reducida a forma de gobierno, implica dimensiones socio-culturales constitutivas, conjuntamente con la dimensión política. No obstante esta concepción no reductiva de la democracia, también señala que ella “fue un producto escaso en América Latina, donde los procesos internos estaban estrechamente vinculados con las condiciones de dependencia a nivel internacional.”[22]La democracia tal como está definida es una forma de sociedad. Va mucho más allá de un sistema político, aunque requiera de éste. Pero ¿cuál sistema? Uno que proporcione plena libertad para la lucha por la justicia social no uno que atrofie esa lucha, por supuesto que para cualquiera de los adversarios.
Cabe agregar que, debido al prestigio que tiene la idea de democracia en nuestra sociedad capitalista pletórica de mercado libre, el adjetivo “democrático” se pone a cualquier sustantivo para legitimarlo y elevarlo al reino de la gracia. Es la democracia “divina” que se aplica no sólo a las democracias políticas, sino en regiones del espacio antropológico muy distintas de la sociedad política: familia, corporaciones, instituciones religiosas, científicas y culturales.[23]
SemidemocraciaJorge Zaverucha[24] y Peter Smith[25] sostienen que una "semi-democracia" ocurre cuando hay elecciones "que son libres pero no justas" porque hay competencia libre entre los partidos y candidatos pero los resultados son manipulados para favorecer un candidato por encima de los demás. Ab initio señalamos en total desacuerdo con esta tesis, porque una elección fraudulenta no es más que la fachada cruel de un régimen ilegitimo. El término “semidemocracia” parece el más apropiado para clasificar al régimen colombiano, si bien la naturaleza de las restricciones que le hicieron “semi-democrático” durante la segunda mitad del siglo XX ha cambiado, a partir de mediados de los ‘80, los defectos del sistema derivan de la debilidad del Estado, la emergencia de actores armados y la ausencia del imperio de la ley. Utilizaremos el término semidemocracia para referirnos a Estados que no han consolidado el régimen democrático, porque han quedado en la etapa postransicional (Ecuador y Paraguay), o en los cuales los presidentes defraudaron a la sociedad (Perú).
La transición en relación a la cual puede identificarse a la situación actual de los países sudamericanos como “pos-transición democrática” o “democracias pos-transicionales”, es la identificada por Huntington como la tercera ola de democratizaciones[26], que para la Región, instala en la década de los ochenta las democracias políticas, allí donde el régimen de gobierno había sido la dictadura instalada en los sesenta (Brasil) o en los setenta (Uruguay, Chile y Argentina). En consonancia con la perspectiva minimalista de la democracia, que la reduce a su dimensión política y que es la que ha propiciado la transición operada en los ochenta que nos coloca en la actual pos-transición, la democracia en su condición de sistema de gobierno es hoy una realidad establecida y presuntamente consolidada, en cada uno de los países de la Región y por lo tanto en esta como un todo: democracia entendida mínima y negativamente como no-dictadura.[27]
Posdemocracia
Según Crouch[28] la política y el gobierno están volviendo al redil de las élites privilegiadas. Ese retorno describe un movimiento en forma de parábola: no se trata de un poder que se ejerce de manera similar a los gobiernos predemocráticos, sino que es ejercido en el contexto de las democracias occidentales maduras y la generalización de la democracia en la mayoría de los países del mundo. Las formalidades de la democracia se han hecho parte del proyecto global: hay elecciones libres y cambios de gobierno en cada vez una mayor cantidad de países. Pero, ¿qué son elecciones libres?
Si pensamos en: 1)la cantidad de dinero que se necesita para elaborar las campañas publicitarias que pretenden vender una mercancía llamada candidato, 2) en los costosos consultores de los que se proveen los partidos, 3) en la influencia de los organismos multilaterales y las empresas transnacionales en las agendas políticas locales, 4) el desencanto que sobreviene a la ciudadanía que sólo tiene su voto como mecanismo de presión y la ausencia de formas institucionales de expresión del descontento frente a las autoridades elegidas. Veremos que el concepto de “elecciones libres” debe ser revisado. Por eso Crouch denomina el fenómeno como posdemocracia. No es democracia porque gran parte de la gente ha sido excluida por una multiplicidad de sofisticados mecanismos y no es antidemocrática porque respeta ciertas formalidades de la democracia representativa.[29]
Señala Lucía Sala[30] que “a lo largo de la historia ha habido lo que podría llamarse una contienda por la democracia”, y lejos de estar cerrada esa contienda como lo señalaba Huntington por la pretensión de un definitivo triunfo de la versión schumpeteriana, nuevas experiencias de democratización y nuevas versiones de la democracia, ponen en evidencia que al menos en América Latina la contienda sigue abierta. Nos animamos a postular que la contienda por la democracia seguirá abierta, en tanto no suscribamos ningún pretendido “fin de la historia”.
Surge una sociedad civil que se organiza, que defiende la salud y la educación para todos, que es consciente de que hay que combatir la pobreza, la inseguridad, la falta de justicia. Irrumpen sectores no tradicionales, que se autoconvocan y van por fuera de estructuras partidarias o sindicales y exigen renovación completa de los elencos gubernamentales. Se pide que el voto sea expresión del pluralismo para que la democracia vuelva a ser representativa”[31] . Desde allí se generan los sentidos de “sociedad civil” y de “sociedad política” que vertebrados sobre el eje de un nuevo “carácter del poder”, en lugar de aportar a la reproducción sistémica, lo hacen a la articulación de una perspectiva emancipatoria.[32]
La visión alternativa que procuramos, entiende que la democracia en los términos de su definición institucional, tanto en lo instituido como en lo instituyente, debe tener su referencia, sentido o criterio inexcusable en la afirmación de la posibilidad de vivir de los seres humanos concretos actuales o posibles en términos de dignidad, lo cual implica que la buena vida de unos no puede construirse sobre la imposibilitación de la buena vida de otros, porque la indignidad –como hoy acontece en los distintos espacios- estará atravesando la vida de unos y otros. La referencia al sujeto así entendido, resignificará el “espíritu de las instituciones”, por lo que el cambio institucional[33], será necesario cuando las instituciones impliquen un bloqueo de las orientaciones de este fundamento alternativo y no se justificará cuando siga respondiendo a las estructuras que niegan al ser humano como sujeto.
Democracia multi-representativaLa insatisfacción con la democracia representativa generó una corriente de intelectuales, que coinciden en la necesidad de "repensar" la teoría de la democracia alrededor de algunos planteamientos comunes:
a)una democracia mucho más participativa y abierta, que reduzca las desigualdades extremas y favorezca en cambio la igualdad de oportunidades, que incorpore nuevos temas al debate, nuevos actores y nuevas formas de discurso político; b) una democracia mucho más comunicativa y deliberativa dentro de nuevas esferas públicas que trasciendan los estrechos límites de las instituciones políticas del Estado democrático-representativo; que forme una red de múltiples lugares públicos dentro de la sociedad civil en los que participen las más variadas asociaciones y movimientos sociales conectados comunicativamente entre sí y con las instituciones estatales; c) una democracia orientada a promover y proteger el bien común y el bienestar de la colectividad; d) una democracia que ofrezca numerosos centros de resistencia para contrarrestar las tendencias coactivas de las instituciones estatales; y e) una democracia que no discrimine las diferencias cada vez más variadas de estas sociedades postmodernas, sino que las asuma positivamente.
La colectivización de los intereses particulares, se insinúa en la democracia multi-representativa.
La democracia de las manifestaciones y el retorno de las carabelasLa democracia electoral es compatible con la democracia de las manifestaciones, pero sólo mediante elecciones libres se expresa la opinión pública de todo el pueblo. Es decir, ni millones de manifestantes son el conjunto del pueblo, ni las encuestas de opinión sustituyen a la opinión política. El único procedimiento democrático para que el pueblo cambie la política de su gobierno es la celebración de elecciones. Como afirma Sartori: "las opiniones que indican un consenso general o, a la inversa, un disenso general respecto al gobierno son las expresadas por los votantes en general en las elecciones, y solamente vía elecciones".[34] Intentaremos derribar el paradigma del autor italiano.
Desde las revoluciones del siglo XVIII, las democracias representativas están atravesadas por una tensión. Por un lado, la elección instituye una distancia entre gobernantes y ciudadanos, así como una monopolización del poder real por parte de los primeros. La crisis de los grandes partidos que habían permitido la integración de las masas en el sistema político aumenta la distancia entre aquellas y éste. En el siglo XXI no se puede retroceder al poder parlamentario clásico europeo del siglo XIX, cuando el pueblo quedaba excluido de la votación. Tampoco se puede regresar al poder de los partidos del siglo XX, cuando estos controlaban las redes de socialización de millones de personas.
La aparición de una nueva generación política en los últimos movimientos es muy importante. Estos movimientos sociales han sido la característica de la democracia occidental que permite la expresión de la opinión pública a través de la libertad de expresión y de la movilización de los ciudadanos. Pero sin embargo, hay tres fenómenos nuevos:
a) Los partidos políticos no controlan estos movimientos y la mediación partidaria ya no es necesaria para conseguir un impacto real
b) Los movimientos pacifistas y globalifóbicos no están organizados en una estructura única y jerárquica, sino en redes flexibles y descentralizadas, que dejan posibilidades de acción autónoma a los actores que se involucran en la lucha.
c) La institucionalización creciente del diálogo de los gobernantes con los movimientos a través de varias formas de democracia participativa.
Desde la creación de presupuestos participativos hasta la presencia sistemática de las organizaciones no gubernamentales y de otros movimientos sociales al margen de las cumbres políticas oficiales, es otra forma de democracia la que está surgiendo. Cuatro son los desafíos: La representatividad; La democracia interna; La articulación de las protestas con la capacidad de proponer políticas alternativas.; Institucionalizar la democracia participativa. La democracia nunca fue un proceso sencillo, es el régimen de la incertidumbre, de la innovación perpetua y de la contestación.
Estas nuevas formas de democracia, surgidas en América Latina, son materia de análisis en Europa y podrían convertirse -en palabras de Giovanni Allegretti y Carsten Herzberg- en “el retorno de las carabelas.”[35] O dicho en otras palabras, el desembarco y arraigo en suelo europeo de iniciativas e innovaciones creativas que vieron la luz en el Sur Global, animadas por un replanteo virtuoso de modelos tomados del Viejo Continente.
[1] Vbg: Declaración de Cotonou 2003 El reconocimiento de que no hay un modelo único de democracia y que todos los países deben escoger su propia ruta hacia la misma, fue sin dudas una de las conclusiones más importantes de esta reunión y Declaración de Viena 1993.[2] M. Crozier, Samuel Huntington y S. Watasuki. The Crisis of Democracy: Report to the Trilateral Commission on the Governability of Liberal Democracies. New York: New York University Press, 1975.[3] Norberto Bobbio. El futuro de la democracia. 2ª Ed. México: FCE, 2004.[4] Claus Offe y Philippe Schmitter. "Las paradojas y los dilemas de la democracia liberal". En Revista Internacional de Filosofía Política 6, 1995. pp 5-30.[5] Juan Carlos Rey "Apogeo y decadencia de la democracia representativa", en J.C. Rey et al: América Latina. Alternativas para la democracia. Caracas: Monte Avila, 1992[6] Guillermo O´Donnell. “Transitions, Continuities and Paradoxes", en S. Mainwaring et. al (eds.): Issues in Democratic Consolidation: the new South American Democracies in Comparative Perspective. Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1992.[7] Seymour M. Lipset y William Schneider. The Confidence Gap. New York: Free Press, 1983.[8] Juan Luis Cebrian Molina. El fundamentalismo democrático. Madrid: Altea-Taurus-Alfaguara, 2003.[9] Gustavo Bueno. Panfleto contra la democracia realmente existente. Madrid: La esfera de los libros, 2004. p. 30.[10] op.cit. p. 35[11] José Luis Monereo Pérez. La democracia en crisis: Harold Laski. Barcelona: El Viejo Topo, 2004.[12] Joël Roman. Tres críticas a la democracia. En Iniciativa Socialista Nro 66 - Otoño 2002.[13] Robert Legros. El advenimiento de la democracia. Madrid: Caparros, 2003.[14] Jacques Maritain. Cristianismo y Democracia. Buenos Aires: Dédalo, 1961.[15] Jacques Maritain.op. cit.[16] Guillermo O´Donnell. Contrapuntos: Ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización. Buenos Aires: Paidos, 2004. p. 293.[17] El término “pacto delegativo” es acuñado por Néstor Legnani y Gonzalo García Vilá en La democracia y sus laberintos. Buenos Aires: Tierra Firme, 2003.[18] Fabián Bosoer y Leiras Sergio. “Posguerra fria, 'neodecisionismo' y nueva fase de capitalismo: el alegato del Principe-gobernante en el escenario global de los '90”. En: Tiempos violentos; Neoliberalismo, globalizacion y desigualdad en America Latina. Comp. Boron, Atilio A.; Gambina, Julio; Minsburg, Naum. Buenos Aires: CLACSO - EUDEBA, 1999. p. 172.[19] Chantal Mouffe op.cit.[20] Tomas Moulian. Reflexiones sobre la democracia. Santiago: ARCIS, 2004.[21] Lucia Sala. “La contienda por la democracia.” En Sociedad Civil, Democracia e Integración. Miradas y reflexiones del VI Encuentro del Corredor de las Ideas del Cono Sur (José de la Fuente - Yamandú Acosta, Coord.) Santiago: UCSH, 2005. p. 410[22] Id. Op. cit. p. 416[23] Ya Carl Schmitt había captado en 1928 que la democracia se había convertido en ideología difusa que podía servir para todo. «El concepto de Democracia, como tantos otros conceptos políticos se ha convertido en un concepto ideal muy general, cuya pluralidad de sentidos abre plaza a otros diversos ideales y por último, a todo lo que es ideal, bello y simpático. La Democracia se ha ligado e identificado con liberalismo, socialismo, justicia, humanidad, paz y reconciliación de los pueblos.» Carl Schmitt. Teoría de la Constitución. Madrid: Alianza Editorial, 1992.p. 223.[24] Jorge Zaverucha. FHC, Forças armadas e policia: Entre o autoritarismo e a democracia. Valencia (España): Record, 2005.[25] Peter Smith. Democracy in Latin America. New York: Oxford University Press, 2005.[26] Samuel Huntington. La tercera ola: La democratización a fines del siglo XX. Barcelona: Paidos, 1991. Id. Perspectivas de la Democracia. México: FCPyS, 1987[27] Popper sostiene que la democracia es un sistema para evitar la tiranía y permite la alternancia en el poder sin derramamiento de sangre.[28] Colin Crouch. Posdemocracia. Madrid: Altea-Taurus-Alfaguara, 2004[29] En palabras de Crouch “tanto las técnicas para manipular la opinión pública como los mecanismos para abrir la política al examen público son cada vez más sofisticados, al tiempo que el contenido de los programas de los partidos y el carácter de la rivalidad partidista se están convirtiendo en algo crecientemente anodino e insípido. Op. cit. p. 37[30] Lucía Sala, op.cit p. 410.[31] Pérez Zavala, Carlos. “Por una democracia a nuestra medida” En Sociedad Civil, Democracia e Integración. Miradas y reflexiones del VI Encuentro del Corredor de las Ideas del Cono Sur (José de la Fuente - Yamandú Acosta, Coordinadores Académicos). Santiago: UCSH, 2004. p. 306.[32] Gallardo, Helio. “Notas sobre la sociedad civil” En Revista Pasos, Nº 57. San José de Costa Rica, 1995, 16-28. Yamandú Acosta, “Las nuevas referencias del pensamiento crítico en América Latina”. En: Ética y ampliación de la sociedad civil. Montevideo: Univ. de la República-FHCE, 2003.[33] Escribe José Martí en Nuestra América: “El problema de la independencia no era el cambio de formas sino el cambio de espíritu” p. 484. Sustituyendo el problema de la independencia por el de la democracia, lo central hoy para ésta como entonces para aquella es el cambio de espíritu que anima u orienta a las “formas” o instituciones. No implicaría ningún avance, extensión o profundización democrática, un cambio institucional cuyo espíritu continuara anclado en las relaciones mercantiles de producción totalizadas.[34] Giovanni Sartori, op.cit.[35] Giovanni Allegretti y Carsten Herzberg. TNI Briefing Series 5, Diciembre 2004

Koek Koek


marzo 29, 2007

ESTADOS FALLIDOS: REVISION BIBLIOGRAFICA

REVISION BIBLIOGRAFICA DE ESTADOS FALLIDOS

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marzo 28, 2007

PRESUPUESTOS DE QUENTIN SKINNER

¿ Cuáles son los presupuestos centrales del enfoque de Quentin Skinner y de que manera pueden ser aplicados para interpretar la relación entre la religión protestante y el capitalismo?

Nuevo pensamiento republicano en su crítica al liberalismo. Uno de los primeros debates en los que convergieron muchos de estos nuevos estudios de inspiración republicana fue el referido al modo de concebir la noción de libertad. En particular, tales investigaciones tendieron a impugnar una idea dominante en la tradición liberal, que identifica la libertad como una noción negativa, como la ausencia de intrusiones por parte de otros (frente a una concepción positiva que sostiene que un individuo es libre en la medida en que dispone de los recursos y los medios instrumentalmente necesarios para realizar sus propios planes de vida, y por lo tanto su autogobierno o, incluso, como algunos llegarán a sostener su autorrealización personal.

Un individuo es libre en ausencia de interferencias indeseadas de terceras personas. Según Quentin Skinner, filósofos como John Rawls "siemplemente reformulan esta típica concepción acerca de la relación entre los poderes del Estado y la libertad de los ciudadanos". Esta visión de la libertad, agrega Skinner, es la misma que sostenía Isaiah Berlin en su famoso textos "Dos conceptos de libertad" donde se expresa como la exigencia directa de el mayor grado de no interferencia compatible con el mínimo de requisitos necesarios para la vida social. Y la misma que la visión presente en el conocido trabajo de Ronald Dworkin "Los derechos en serio", entendidos como principios que siempre vencen a cualquier otra consideración, incluidas las basadas en decisiones democráticas.

Todas estas visiones, según Skinner, coinciden en entender la libertad en un sentido simplemente negativo, un sentido a su vez demasiado estrecho. Skínner rechaza la tesis de I. Berlin y se esfuerza por probar que en la tradición del republicanismo cívico, y más particularmente en Maquiavelo, se encuentra una concepción de la libertad que es a la vez negativa, pues no implica una noción objetiva de laeudaimonia, pero que sin embargo incluye los ideales de participación política y de virtud cívica.Se propone rescatar ideas y metodologías políticas por medio de un minucioso examen de los contextos filosóficos, históricos, sociales y literarios: la metodología es plenamente contextualista y la revive ante el descrédito a la que fue expuesta, bajo el régimen formalista y positivista que caracterizó los acercamientos dogmáticos a la práctica de historiografía en décadas recientes.

Vale señalar que Skinner refuta las acusaciones de que esta metodología representa la relativización de los valores presentados para nuestra consideración. Contra esta generalización, Skinner analiza los presupuestos teóricos de Roland Barthes, Michel Foucault, Jacques Derrida, Paul Ricoeur, además de otros autores pertenecientes a la Nueva Crítica. Responde que en una historiografía y análisis política fidedigna es imprescindible dominar analíticamente nada menos que "el imaginario social, la gama completa de herencias en términos de símbolos y representaciones que constituyen la subjetividad de una época"
Eso no constituye, declara Skinner, un aval del "relativismo". No es una abdicación ante las posibilidades de apoyarnos en la capacidad de distanciarnos de nuestros actuales sistemas de creencias y así situarnos-aunque momentáneamente-en una relación analítica a otras formas de vida social y pensamiento. Una dosis de reflexión y tolerancia puede ser el resultado y eso nunca llega tarde ni es malo.

Skinner dedica casi doscientas páginas a un examen y respuesta detenida a la crítica postmodernista de la historiografía contextualista que la castiga por relativista para concluir, en su manera sucinta e inimitable, que de "denunciar estos estudios no es una defensa de la razón, pero un asalto contra la sociedad abierta en sí."

El examen que Skinner hace acerca de las obras y el contexto amplio del trabajo del Secretario Florentino, descubre que su pensamiento está basado en la participación de una ciudadanía activa y políticamente astuta, beneficiaria de una clara educación cívica
Siguiendo el hilo del argumento, Skinner insiste que conocer el "imaginario social" e intelectual no es meramente una condición sine qua non para la trayectoria histórica de un pensador político. Tiene significado para la exégesis misma del pensamiento de Hobbes, argumenta Skinner. Interesante saber, por ejemplo, que, no obstante, la caricatura de la figura que retrata a Hobbes como un Maquiavelo ateo en el teatro de la Restauración, Hobbes, tal como lo comprueba Skinner, era un escritor sumamente popular en su tiempo.

Historiadores y filósofos de la teoría política tan diferentes entre sí como Strauss, Habermas, Macpherson y Skinner, coinciden en considerar a Thomas Hobbes como el fundador de la teoría política moderna, y más específicamente del liberalismo moderno, en oposición al republicanismo clásico.

Quentin Skinner y sus colegas critican la pretensión straussiana de considerar la historia de las teorías políticas dependiente de la filosofía política. Los seguidores de esta perspectiva historiográfica niegan la persistencia de problemas fundamentales a lo largo de la historia de las teorías políticas y afirman que toda teoría política responde exclusivamente a problemas prácticos y específicos de su contexto histórico. Presuponer la existencia de problemas universales conduce a la construcción de “mitologías” en vez de interpretaciones objetivas del pensamiento político.11 Skinner, al igual que John Dunn, concebía los textos como actos de habla.

Skinner considera que todo texto de teoría política ha sido escrito por su autor con el propósito de influir en el clima ideológico-político de su tiempo. Desde este punto de vista, a diferencia de Strauss, los textos de teoría política son esencialmente ideologías políticas en acción.13 En cuanto ideologías, las teorías políticas no son falsas o verdaderas, sino efectivas o no para justificar, cuestionar o transformar las creencias, actitudes y valores dominantes.

Quentin Skinner defiende la necesidad de fundar una sociedad de valores puramente humana y social, carente de una perspectiva trascendente. Esta praxis sería posible si, como Karl Popper trasmite, occidente se hace garante no de una idea o religión, sino de diversas ideas. La cultura laica occidental debe asumir en su seno los nuevos valores, como en su tiempo hizo con los cristianos y los marxistas. Los derechos del hombre, del trabajo, igualdad social, libertad de expresión, responsabilidad y participación política

De no haber existido Martín Lutero, jamás se habría dado un Luis XIV" se ha dicho. Y en efecto, no hay duda de que la influencia principal que ejerció en un principio la teoría política protestante fue la de legitimar el surgimiento de la monarquía absolutista: uno de los principales postulados de Lutero era el de que todos los principios políticos deberían derivar de las páginas de la Biblia. Y los católicos partidarios de la doctrina del derecho divino de los reyes se hicieron de inmediato eco de tal argumentación, Bossuet entre ellos.
Los teóricos del movimiento de la Contrarreforma, tomistas todos ellos, son considerados por los actuales estudiosos de la teoría del Estado como los fundadores del constitucionalismo, e incluso de gran parte del pensamiento democrático moderno. Bajo esta luz, han sido elogiados Francisco Suárez, el 'Doctor Eximius', como "el primer demócrata moderno"; Belarmino, por revelar "las fuentes verdaderas de la democracia " y los jesuitas, en conjunto, por acreditárseles la "invención" de la teoría del contrato social e iniciar el estudio de sus implicaciones en el campo de la teoría de la justicia.
Sirviéndose como telón de fondo de la lucha religiosa -Reforma y Contrarreforma- Quentin Skinner ofrece en este volumen, mediante amplísima información, cómo fueron surgiendo las ideas políticas que en los siglos siguientes al XVI iban a conformar, en su desarrollo, las principales teorías políticas modernas.

QS ha señalado, como incluso los ideologos mas revolucionarios, cuando se enfrentan a la necesidad de legitimar sus intenciones, deben mostrar que los términos aceptables tambien pueden describir sus actos, que de otra manera serían criticables.
Este rasgo o principio característico no es otro que la asignación a lo político de un carácter instrumental o de un carácter constitutivo, respecto de la realidad humana práctica. Frente a la concepción instrumentalista de lo político, propia del liberalismo, el republicanismo representa una concepción —digámoslo así— constitutiva de lo político. La visión de lo político como una realidad que ejerce una función constitutiva respecto del ser práctico del hombre, es decir, respecto de aquello en lo que consiste ser humano en la práctica, corresponde claramente al sentido profundo de la idea del hombre como zoom politikón sostenida por Aristóteles: principal inspirador de la tradición republicana. Que el hombre es un animal político significa que la polis es condición y forma del vivir humano del hombre, que la humanización de éste equivale a su politización. Los demás elementos que caracterizan al republicanismo: la ciudadanía como concepto ético, el patriotismo como valor supremo, la preeminencia de lo público sobre lo privado, la austeridad en la vida y en el porte, o el cultivo de la oratoria.

El liberalismo entiende la libertad como no-interferencia, mientras que el republicanismo la entiende como no-dominación. La no-interferencia sólo implica la ausencia, meramente fáctica, de impedimentos para el despliegue espontáneo de la voluntad individual. En cambio, la no-dominación implica que una voluntad individual no se encuentre en una situación de dependencia o sujeción respecto de una voluntad arbitraria.

Como Quentin Skinner ha señalado, en la tradición republicana la libertad era tratada como la aportación y seña de identidad de una forma de vida, la vida republicana o cívica, frente a otro tipo de vida, la vida bajo el poder personal de príncipes o signori. La idea de que los derechos y libertades civiles no eran sino consecuencia de la perfecta libertad que los individuos habrían tenido en el estado de naturaleza, esgrimida por los pensadores del XVII, era ajena al mundo romano y renacentista, y procedía de la Reforma protestante. La tradición republicana fue acallada al consolidarse el discurso de los derechos naturales individuales y del contrato social

Weber mostró (Weber, 1980) como la religión protestante moldeó el self occidental, a través del ideal de vocación. La vocación era, según Weber, un ideal adecuado a las exigencias de la modernidad, una base para la relación del individuo con el trabajo.
Mientras Weber creía que la idea protestante de "vocación", adaptada a fines modernos, era la única solución al problema de la constitución de un "self occidental", espiritualmente vigoroso, capaz de contrarrestar el proceso de rutinización o desencantamiento del mundo, Simmel recuperó el ideal romántico de auto-cultivo. Weber confiaba en que el poder de innovación y gerenciamiento del ideal de vocación, que en la versión anterior, protestante, logró transformar el mundo, podría reanimar un mundo burocratizado
Hobbes, dirá Skinner, insiste en la igualdad humana como premisa básica. ¿Cómo mantiene esta premisa? No es la manera en que estamos acostumbrados a pensar cuando consideramos las teorías de Thomas Hobbes. Antes que olvidemos, Hobbes nació en 1588, el año de la derrota de la Armada Invencible de España y era, así, contemporáneo de William Shakespeare. ¿Es posible que ellos caminaron más seguros en su supuesto "oscurantismo" que nosotros en nuestra supuesta "iluminación" y claridad?

E l pensamiento y la obra de Martín Lutero se inscriben en ese gran movimiento religioso de principios del siglo XVI denominado la Reforma protestante, que finalizó con la supremacía eclesiástica, religiosa y política de la Iglesia de Roma en Europa creando iglesias protestantes de diferentes denominaciones. Aunque la Reforma fue esencialmente un movimiento religioso, produjo importantes cambios en casi todos los aspectos de la vida social, económica y política, con grandes repercusiones en la historia moderna del mundo occidental.

Con la disolución de los principios fundamentales del Medioevo y el surgimiento de las nuevas corrientes intelectuales del humanismo y el Renacimiento, se dieron las condiciones propicias para el desarrollo de la Reforma protestante, especialmente en los territorios de habla alemana, en donde el fervor religioso se entremezclaba con el disgusto hacia la Iglesia romana.
La Reforma fue denominada “protestante” después de la segunda Dieta de Espira (1529), en la cual los dirigentes luteranos firmaron una enérgica protesta dirigida al Emperador manifestando su disconformidad y reafirmando su fe con ahínco. Las cuatro tradiciones protestantes principales que surgieron de la Reforma fueron la luterana, la calvinista, la anabaptista y la anglicana, cada una con importantes implicaciones en la teoría y la práctica políticas.

La Reforma de Lutero se produce en un período caracterizado por el tránsito del feudalismo al capitalismo, con grandes alteraciones sociales, resistencia de los perjudicados a la nueva coyuntura, difíciles cambios de mentalidad, y descontento del campesinado en una Europa desproporcionadamente rural. Si bien Lutero ayudó a darle forma y dirección a muchas de las nuevas tendencias, gran parte de lo que sucedió posteriormente quedó fuera de su dirección, intención y dominio.

En la historia de la teoría política, la importancia de Lutero radica no solamente en su ataque contra la teología política, disolviendo la alianza entre pensamiento religioso y pensamiento político, sino además en la elaboración de un importante conjunto de ideas sobre la autoridad, la obediencia y el orden, dando lugar a tres tipos principales de pensamiento político: luteranismo, calvinismo y radicalismo de las sectas, especialmente la anabaptista.

Subrayó la necesidad de mantener la separación de las autoridades espirituales y seculares, porque el Estado es una autoridad que ejerce el poder al que atañe exclusivamente el orden temporal, mientras que la Iglesia es la comunión o el sacerdocio de todos los creyentes que responden al evangelio del amor de Dios. Los cristianos movidos por el amor deben participar en el orden social, reformarlo y mejorarlo para el bien de la humanidad, dándole así un valor positivo al Estado como un instrumento del amor de Dios. Instó a los hombres a que estuvieran agradecidos a él y a que lo apoyaran.

El protestantismo quebró el poder de la institución eclesiástica mediante la ruptura del dominio único y universal de la Iglesia, liberando al Estado de toda subordinación a la jerarquía religiosa, lo cual implicó una autonomía que no era necesariamente la idea moderna del Estado pero que indudablemente implicó un incremento de su soberanía y autarquía. El gran debate teórico del Medioevo por el protagonismo del regnum y el sacerdotium llega a su fin: es el poder secular el que se hace cargo.

La Reforma confirió a los Estados en los que se implantó el control sobre áreas tan significativas como la asistencia social, la enseñanza y la atención pastoral, y transfirió al poder civil los recursos económicos que el clero se atribuía para cumplir estas misiones sociales. Además, el poder y las riquezas perdidas por algunos nobles y por la jerarquía católica pasaron a manos de la burguesía y los monarcas protestantes.

Al transformar al sacerdote medieval, cuya autoridad surgía de una tradición de siglos, en un ministro que exponía y explicaba la Palabra de Dios y cuyo cargo derivaba del consentimiento de sus pares, y al luchar a favor de una fe sencilla sin las complicaciones y las sutilezas de los teólogos, Lutero afirmaba tanto el derecho como la capacidad de la congregación religiosa para juzgar las enseñanzas. Esto tuvo vastas implicaciones en el pensamiento político, sin olvidar que la organización de la iglesia de Calvino se inspiraba en modelos democráticos e incorporó ideas de gobierno representativo.

La vertiente calvinista del protestantismo desarrolló la idea democrática en lo religioso, pero no porque fuese democrática en el sentido moderno del término (no lo era, ya que ignoraba por completo la libertad de conciencia, y más aún, la rechazaba en calidad de escepticismo ateo), sino por su funcionamiento interno en aspectos puramente espirituales. La proyección del ámbito religioso en el plano secular posibilitó el desarrollo del sentido de responsabilidad individual y colectiva, la afirmación posterior de derechos individuales, y el surgimiento de las doctrinas y prácticas democráticas.
El protestantismo es considerado como uno de los progenitores de la cultura moderna, ya que lucha en contra de la cultura eclesiástica con una autonomía cuya consecuencia es el individualismo. Con la Reforma surge el individualismo religioso, formulado conscientemente como principio y desvinculándose de un instituto jerárquico universal. Representa la religiosidad que corresponde a la cultura individualista moderna.

La traducción de la Biblia dotó a los alemanes de un idioma renovado, unificador de las variedades anteriores, creando una obra única por su precisión expresiva, su riqueza y eficacia lingüística. Esta Biblia vernácula se tornó un decisivo agente de alfabetización, estimulando la educación popular con la creación de nuevas escuelas por parte de protestantes, y contribuyendo notablemente al desarrollo de la conciencia nacional.

A medida que progresaba la difusión del protestantismo, muchas entidades políticas europeas elegían formas específicas de cristiandad como su religión oficial. Esta división de la Iglesia hizo que el catolicismo pierda un gran número de fieles y origina una serie de conflictos religiosos y políticos que continúan hasta nuestros días como en Irlanda.

El luteranismo favorece políticamente al absolutismo y es en esencia conservador, ya que fomenta la resignación ante las injusticias del mundo y considera que las desigualdades sociales y los poderes autoritarios son voluntad de Dios.

La explicación más tradicional es que la Reforma estalló por los abusos de la Iglesia de Roma, tema que se remonta al mismo Lutero, quien regresa desengañado de su visita a Roma en 1510-11, la “falsa ciudad santa”, y que pocos años después se rebela por el escándalo de las indulgencias. Muchos historiadores y teólogos protestantes, sin descuidar las causas políticas, consideran que la reforma de Lutero fue una reacción ante la corrupción de la Iglesia y la decadencia del clero. Debido a que la explicación moral resultaba insuficiente, otros interpretaron que Lutero realizó una rebelión teológica frente a la crisis religiosa de su época.

Los autores católicos han insistido en las razones personales y políticas de Lutero y la Reforma, relacionadas con la intimidad del autor y la avidez de los príncipes alemanes. Para otros, la Reforma no fue más que la consecuencia del trastorno de las condiciones económicas y sociales, o el simple desenlace de una especie de cadena de herejías

Muchos pensadores subrayaron el aspecto medieval de las concepciones religiosas e intelectuales del reformador, llegando algunos a la conclusión de que Lutero había sido el restaurador de una teología medieval agustiniana y paulina y no el creador de una nueva concepción religiosa: por lo tanto, su perspectiva -incluso la política- estaba más ligada a la Edad Media. Los que vinculan a Lutero con la modernidad lo consideran como un precursor de la libertad, un defensor del individualismo y un luchador contra la tradición.
Existe también un debate acerca de la relación entre el capitalismo y el protestantismo, considerado por algunos como un factor de progreso económico, mientras que el catolicismo sería un factor de estancamiento. El protestantismo sería responsable de un estado de ánimo que se opone a la mentalidad tradicional y medieval. Se han invocado muchos argumentos en cuanto al surgimiento del espíritu capitalista, especialmente en el protestantismo de tinte calvinista, que aceptaba el préstamo con intereses rechazado por la Iglesia católica y por el mismo Lutero, lo cual habría contribuido al auge del capitalismo en los países protestantes.
Max Weber, en su clásica obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, ha extendido la idea de que el espíritu capitalista deriva del protestantismo, invirtiendo la teoría de Marx. La noción protestante de “vocación” fue utilizada por Lutero, pero influido por las doctrinas escolásticas, fue muy hostil al comercio. Por el contrario, en los medios calvinistas la “vocación” incluía a todas las actividades lucrativas. De acuerdo a Weber, la moral calvinista deriva del dogma de la predestinación, por la cual el elegido vive sólo para la gloria de Dios poniendo ardor en el trabajo y siendo el éxito en los negocios una señal enviada por Dios para indicarle que es uno de los salvados. Las ganancias se convierten en un fin en sí, pero no para gozar de los placeres del mundo sino para acumular riquezas frugalmente. La moral calvinista desprecia a los pobres y mendigos, pero generaría un dinamismo y progreso en el cual cada uno puede desarrollar hasta el máximo sus capacidades.

El hecho de que el cristianismo, al menos en las versiones más oficiales de las confesiones católica, protestante y ortodoxa, se haya vinculado históricamente a la causa de la monarquía del Antiguo Régimen ha sido motivo suficiente para convertirse en el blanco de sus críticas y hasta de su negación por el republicanismo. Se ha llegado a convertir en un lugar común entre los historiadores republicanos (Pocock, Skinner) el afirmar que el republicanismo se ha desarrollado al margen e incluso en contra de la tradición cristiana.

TEORIA DE LA DEPENDENCIA: TRES EJES CRITICOS

I.- RAZON QUE MOTIVA EL ENSAYO

El Profesor Theotonio Dos Santos, ha indicado un breve ensayo sobre la teoría en análisis, para el cual habrán de elegirse tres ejes de la misma y analizarlos críticamente. Luego de la lectura comprensiva del material bibliográfico aconsejado y otros recabados por el presentante, he hallado un reportaje al Prof. Dos Santos publicado en el matutino “Página 12” el 4 de octubre de 2004, que me brinda el andamiaje para la mejor consecución del fin propuesto.

En esa nota periodística, nuestro referente y creador de la teoría de la dependencia explica qué es la misma y su actualidad. A la primera premisa responde:
“La teoría de la dependencia fue un movimiento intelectual que apuntó a entender que el origen de los problemas latinoamericanos no reside en un atraso económico sino en la manera en que nos insertábamos en la expansión del capitalismo mundial. Fue una manera subordinada, con una posición desventajosa en la división internacional del trabajo, especializándonos en productos con poca creación de valor y teniendo como principal instrumento para ajustarse a esa situación la sobreexplotación del trabajo, que es el centro de nuestra propuesta de inserción en la economía mundial. Son formas que mantienen a nuestra población en un nivel bajo de desarrollo, acentúan la debilidad de nuestro mercado interno y, por lo tanto, de nuestra capacidad de crecimiento, y aumenta la exclusión social y la concentración. Profundiza más la dependencia a través del endeudamiento y otros mecanismos, en lugar de permitirnos salir.”
En relación a cual es su actualidad hoy, el Prof. Dos Santos expone:
“Mucha, por tres aspectos. El primero es pensar los problemas latinoamericanos en el cuadro de la expansión del capitalismo y del desarrollo del sistema económico mundial. Hay condiciones como para profundizar el análisis de nuestra realidad en el contexto del sistema mundial, hegemonizado por el capital financiero, de tal forma que con eso ganamos mucho en la capacidad de entender lo que pasa en cada una de las regiones, que tiene un rol determinado en la división internacional del trabajo, en el sistema de intercambio y el movimiento de capitales. El segundo aspecto es que la teoría de la dependencia es una conquista del pensamiento social latinoamericano. Es un gran avance para el conocimiento en general, pero tuvo como punto de partida las especificidades de Latinoamérica. Esto es fundamental, sobre todo frente a la hegemonía del pensamiento neoliberal, que impuso la idea de que existe una sola economía, que es igual en todas partes. El tercer elemento es que representó una integración de las ciencias sociales. Permitió unir lo político con lo económico y con lo social.”
Los tres ejes sobre los cuales versará el ensayo, he de tomarlos tal como magistralmente los ha descrito el profesor dos Santos. Ahora bien, tenemos ya definida por su creador la teoría, restan señalarse otros dos conceptos esenciales

I.1 SUBDESARROLLO
Andre Gunder Frank define al subdesarrollo diciendo que: “…No es consecuencia de la supervivencia de instituciones arcaicas, de la falta de capitales en las regiones que se han mantenido alejadas del torrente de la historia del mundo, por el contrario, el subdesarrollo ha sido y es aun generado por el mismo proceso histórico que genera también el desarrollo económico del propio capitalismo.” (Gunder Frank, 1963)
Por su parte, Norberto Bobbio, sostiene que no es posible dar un concepto de subdesarrollo que sea aceptable para todos. Se debe tratar de señalar las características asociadas a la situación de subdesarrollo y proponer estrategias de superación. (Bobbio, 2002: 1541)
Para Lisbet Eunice Pérez Anzardo de la Universidad de Holguín (Cuba), “subdesarrollo no es más que un conjunto complejo e interrelacionado que se traduce en desigualdades de riquezas y pobrezas, en estancamiento, en retaso en otros países, en dependencia económica, política y tecnológica, cultural. Fenómeno estructural que abarca la economía y la sociedad. Se asocia a un atraso científico, técnico y productivo”. (Pérez Anzardo, 2004, 5).


I.2 TERCER MUNDO
No menos importante es puntualizar otro concepto esencial, cual es el de tercer mundo, ya que la teoría en análisis se asienta sobre el dogma que asegura que el desarrollo del primer mundo se nutre a expensas del subdesarrollo de los países periféricos.
La expresión ‘tercer mundo’, a su vez, se origina en un artículo publicado en 1952 por el economista francés Alfredo Sauvy, quien observó que, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el planeta fue repartido entre los países vencedores del bloque Occidental y del bloque Oriental, sin tomar en cuenta a los demás países que, al igual que el Tercer Estado en los años de la Revolución Francesa, quedaron relegados a un ignorado tercer plano o Tercer Mundo. En ese contexto, el vocablo ‘tercer’ no expresa un orden numérico, sino que implica una marginación impuesta por parte de otros dos. Sin embargo, una elemental lógica presupone que si existe un tercero, necesariamente deben existir un segundo y un primero. Así, a los países situados en Europa Occidental y Norteamérica, además de Japón, Nueva Zelandia y Australia, se los denominó bajo el nombre genérico de Primer Mundo; a los países de Europa Oriental y a sus aliados, se los ubicó en el Segundo Mundo; y, por exclusión, se designó como Tercer Mundo al conformado por los demás países.
Desde luego, a raíz de la desaparición del Segundo Mundo debido al colapso del bloque comunista, vuelve a tener vigencia la intención original de Alfredo Sauvy. Así, el Tercer Mundo viene a representar a los países que permanecen marginados de los designios y negociaciones internacionales.
Podemos pasar ahora, a desarrollar los tres ejes propuestos por el propio creador de la teoría de la dependencia:
II.- LA INSERCION LATINOAMERICANA EN EL CAPITALISMO MODERNO
Yerguin y Stanislaw enseñan que la teoría de la dependencia ejerce su influencia en el tradicional enfoque estatista latinoamericano destacándose por sus altas barreras proteccionistas, una economía cerrada y un menosprecio palmario por el rol del mercado. Dicen los autores que hasta los años ´80 gozó de una absoluta hegemonía en países que aplicaron tanto las políticas del estado de bienestar y el intervencionismo keynesiano, como las del marxismo que gozaba de alto prestigio en la Unión Soviética y sus países satélites. (Yerguin y Stanislaw: Cap. IX)
Otra de las bases de sustentabilidad de la teoría de la dependencia ha sido y es la notoria antipatía hacia las grandes empresas norteamericanas, a quienes muchos ven como explotadoras de América Latina.
Para analizar desde otra óptica a la teoría de la dependencia, dos macroeconomistas Becker y Mochón opinan que: “Para los defensores de la teoría de la dependencia, el origen del subdesarrollo se encuentra en el tipo de relaciones comerciales que se establecen entre los países desarrollados y los subdesarrollados.
Desde esta perspectiva, la explicación del subdesarrollo se fundamenta en el intercambio comercial entre los países desarrollados (centro) y los países en vías de desarrollo (periferia). Los primeros son exportadores de bienes industriales y los segundos de materias primas y productos agrícolas. El mecanismo que acrecienta la pobreza de la periferia actúa basándose principalmente en dos elementos:
1) El grado de competencia en el sector exportador de unos países y otros
2) Los aumentos de la cantidad demandada
La teoría de la dependencia establece que el subdesarrollo de ciertos países se debe al tipo de relaciones comerciales (dependientes y desequilibradas) que se establecen entre unos países y otros. Si a los dos elementos anteriores se le une la sustitución cada vez más generalizada en los patrones de consumo de los bienes primarios por productos más elaborados, y la reducción de la importación de estos últimos en los procesos productivos avanzados de los países ya desarrollados, se refuerza la hegemonía de estos países en las relaciones comerciales con el mundo menos desarrollado. (Becker y Mochon, 2000: 145)
El profesor Dos Santos en “Otra teoría económica es posible” expone que: “Las tesis del «pensamiento único» convirtieron el capital mundial en el demiurgo del crecimiento económico, sobretodo de las economías atrasadas que no tienen, según ellos, ahorro interno y necesitan apoyarse en el ahorro internacional. Según sus tesis, el capital internacional sería fuente de transferencia de tecnología, además de asegurar, a través de la integración financiera internacional, la baja del costo del capital debido a la mejor distribución del riesgo. Sin hablar de los efectos indirectos, tales como la promoción de la especialización, la inducción de mejores políticas y la mejor orientación de la asignación de los recursos. (Dos Santos [2])
Desde los años 60 se ha demostrado que los hechos dicen exactamente lo contrario. La entrada de capitales busca tasas de ganancias más altas y terminan por enviar al exterior remesas de ganancias superiores a las entradas. Además demostramos que la balanza de pagos de nuestra región era necesariamente negativa debido al pago de los servicios del capital y los servicios técnicos, los fletes y otros ítems negativos de nuestra balanza. Esta situación perversa era y es promovida por la aceptación de la condición de dependencia en la economía mundial, caracterizada por una posición negativa en la división internacional del trabajo (especialización en los productos de más bajo valor agregado y altamente especializados, sin economías externas), la sumisión a los servicios internacionales que raramente ofrecemos, la aceptación de tasas de interés impuestas desde el exterior en condiciones extremadamente negativas, la concentración del ingreso y la superexplotación del trabajo como condiciones para generar superganancias capaces de compensar la situación de clases dominantes dominadas que caracteriza a nuestra élite.
Si no somos capaces de examinar la especificidad de esta situación de dependencia y las leyes que las rigen no podemos producir ninguna teoría relevante para la comprensión de los fenómenos económicos que caracterizan nuestras economías. La fuerte evidencia de estos datos y de los razonamientos que los explicaban no fue jamás examinada en serio por los técnicos del FMI y sólo muy ligeramente por los de las otras organizaciones internacionales, excepto la CEPAL y la UNCTAD, que estuvieron influenciadas por el pensamiento de Raúl Prebisch que se aproximó a la teoría de la dependencia en el final de su vida.
La fuerte e indiscriminada apertura de América Latina para el capital internacional en las décadas de los 70, 80 y 90 tuvo como resultado el agravamiento de todos los problemas ligados al subdesarrollo de la región. Todas las instituciones internacionales tienen que reconocer hoy día que en este período no hubo casi ningún crecimiento económico en la región -si lo medimos por la renta per cápita-, se agravó dramáticamente la deuda externa de la región a pesar de la cantidad gigantesca de pagos de servicio de la deuda, se retrasó el avance tecnológico y científico y la capacidad de generar conocimiento propio, se mantuvieron las condiciones desfavorables de educación y sociales en general, expresadas en los índices de desarrollo humano, en los cuales la región ocupa las posiciones más negativas, solo superadas por algunos países de África y Asia.Para responder a la evidencia de nuestras críticas, muchos autores tomaron el crecimiento económico de los llamados «tigres asiáticos» como demostración de la posibilidad de superar la dependencia y el subdesarrollo sin necesidad de transformaciones estructurales.
No es aquí el lugar para discutir esta cuestión pero después de la llamada crisis asiática de 1997 estos argumentos bajaron de tono, a pesar de la necesidad de confrontar las diferencias de la colonización asiática y la nuestra, y sobretodo el rol de las reformas agrarias asiáticas y el debilitamiento de sus oligarquías después de la Segunda Guerra Mundial.
Pero lo interesante es constatar la fuerza de la evidencia de los hechos, que ha obligado al BM y al FMI, bajo violentas críticas a la irrelevancia y fracaso de sus análisis económicos y de sus políticas económicas, a buscar un camino de investigación que tome en cuenta las dificultades en que se encuentran los países que siguieron y siguen su recetario. Muchos han sido los estudios recientes que buscan definir los límites de la globalización, analizando sobretodo lo que ellos llaman volatilidad financiera, la pobreza y la cuestión del crecimiento económico que había desaparecido de sus documentos desde los años 80.
Quiero concentrarme en uno de los más recientes. Se trata de un informe concluido en el mes de marzo de 2003 con el interesante título de «Effects of Financial Globalization on Developing Countries: Some Empirical Evidences», preparado por Esward Prasad, Keneth Rogoff, Shang-Jin Wei y M. Ayhan Kose. A pesar de la total ignorancia de los autores de la vasta bibliografía de la teoría de la dependencia y aún de los neoestructuralistas sobre el tema, su trabajo maneja casi toda la literatura de su secta teórica financiada por el FMI y el BM que disponen de los datos originales enviados por los gobiernos para estas instituciones. Aún así el tratamiento que dan a estos datos es extremadamente limitado, desconociendo los fenómenos principales que rigen el funcionamiento de nuestras economías.
Sin perjuicio de lo expuesto, los datos con que trabajan y el clima de tensión en que viven estas organizaciones los obliga a ser más honestos con las evidencias empíricas que manejan. Sus conclusiones son extremadamente chocantes para el ambiente de terror ideológico que manejaron estas instituciones condenando al limbo científico cualquier negación de sus formalizaciones teóricas.
III.- La teoría de la dependencia: una conquista del pensamiento social latinoamericano
En conjunto, el debate científico latinoamericano revela su integración en una fuerte perspectiva transdisciplinaria. No fue sin razón que la América Latina (que ya había mostrado al mundo en los años 20 un autor marxista tan original como Mariátegui) produjera en las décadas del 30, 40 y 50, pensadores sociales tan originales como: Gilberto Freire (dedicado a una sociología de fuerte contenido antropológico, ecológico, psicoanalítico e histórico que subyugó a gran parte del pensamiento europeo); Josué de Castro ( que unía a una excelente formación en las ciencias de la vida, en la medicina, en la ecología y en la geografía humana, un enfoque económico, sociológico y antropológico extremadamente moderno. Inspirador de gran parte del debate mundial, no sólo sobre el hambre y su geopolítica, sino también sobre el subdesarrollo como fenómeno planetario, así como de la relación entre ecología y desarrollo.); Caio Prado Junior (cuyo marxismo – a veces metodológicamente estrecho – no le impidió desarrollar una obra histórica de gran profundidad sobre las raíces de la sociedad colonial y sobre el carácter de la sociedad brasileña); Guerreiro Ramos (cuyas raíces existencialistas le permitirán analizar de manera original el nacimiento del movimiento negro contemporáneo, además de esclarecer el contenido civilizador de la lucha del tercer Mundo); Raúl Prebisch (cuya visión económica trascendía el economicismo tradicional y revelaba fuertes implicaciones sociales y políticas, esclarecidas por los brillantes “insights” del sociólogo hispano-latinoamericano Medina Echevarría); o un Sergio Bagú ( que descubre el carácter capitalista del proyecto colonial ibérico por medio de una metodología analítica marxista, modernizada por los avances recientes de las ciencias históricas y sociales); Florestán Fernándes (cuyo esfuerzo metodológico de integrar el funcionalismo de origen durkheimniano, el tipo-ideal weberiano y la dialéctica materialista marxista, tal vez no haya tenido los resultados esperados, pero impulsó un proyecto filosófico-metodológico que se va a desdoblar en la evolución del pensamiento latinoamericano); o como un Gino Germani ( que logró sistematizar el enfoque metodológico de las ciencias sociales norteamericanas con su liberalismo exacerbado, en la creación de un modelo de análisis del desarrollo como proceso de modernización).
La acumulación de éstas y otras propuestas metodológicas en la región, reflejaban la creciente densidad de su pensamiento social, que superaba las simples aplicaciones de reflexiones, metodologías o propuestas científicas importadas de los países centrales, para abrir un campo teórico propio, con su metodología propia, su identidad temática y su camino para una tesis más realista.
La teoría de la dependencia trató de ser una síntesis de este movimiento intelectual e histórico. La crítica de Bagú, Vitale y Caio Prado Jr. al concepto de feudalismo aplicado a América Latina, constituyó uno de los puntos iniciales de las batallas conceptuales que indicaban las profundas implicaciones teóricas del debate que se avecinaba. André Gunder Frank, recogió esta problemática para darle una dimensión regional e internacional. La definición del carácter de las economías coloniales como feudales, servían de base a las propuestas políticas que apuntaban a la necesidad de una revolución burguesa en la región. Inspirado en el ejemplo de la Revolución Cubana, que se declaró socialista en 1962, Frank abre fuego contra los intentos de limitar la revolución latinoamericana al contexto de la revolución burguesa. Radical en sus enfoques, Frank declarará el carácter capitalista de América Latina desde la cuna. Producto de la expansión del capitalismo comercial europeo en el siglo XVI, la América Latina surgió para atender las demandas de Europa, insertándose en el mundo del mercado mundial capitalista. (Los retos de la globalización. Theotonio dos Santos “La teoría de la dependencia: un balance” López Segrera Edit. UNESCO Caracas 1998)
He mencionado recién a nuestro compatriota Raúl Prebisch, quien desde su cargo en la CEPAL allá por la década del 60 impulsó estudios tendientes a tratar de explicar las dificultades que encuentran algunos países de América Latina para el despegue y el desarrollo económico. Los teóricos de la dependencia rechazaban los beneficios del comercio mundial. A fines de los años 40, los elementos esenciales de su concepción eran expuestos y promovidos por Comisión Económica Para América Latina (CEPAL) de Naciones Unidas y, muy especialmente, por el economista argentino Raúl Prebisch, que dirigió la comisión de 1948 a 1962. Prebisch empezó su carrera como “un firme creyente en las teorías neo-clásicas”. Pero, según dijo, “la primera gran crisis del capitalismo” – la Gran Depresión – me hizo plantear serias dudas en relación con esas ideas”. Prebisch y sus colegas de la CEPAL propusieron una versión internacional de la inevitabilidad de la lucha de clases. Alegaron que la economía mundial estaba dividida entre el “centro” industrial – Estados Unidos y Europa Occidental – y la “periferia” productora de materias primas. Los términos de intercambio siempre trabajarían en contra de la periferia, lo que significaba que el centro Prebisch: explotaría constantemente a la periferia. Los ricos se harían más ricos y los pobres más pobres. (Prebisch) Según esta concepción, el comercio internacional no era una forma de elevar el nivel de vida sino más bien una forma de robo y explotación que las naciones industriales y sus corporaciones multinacionales perpetraban sobre los pueblos en vías de desarrollo. Estas ideas se convirtieron en artículos de fe en las universidades latinoamericanas.
A Prebisch se le considera el fundador y principal exponente de la escuela económica llamada “estructuralismo latinoamericano”. Desarrolló las tesis de la “Teoría de la Dependencia”. Según esta idea, las empresas coloniales y el comercio internacional no han sido útiles para el desarrollo económico sino que, al dislocar las estructuras e instituciones socio-económicas de las colonias, generaron una serie de problemas (dependencia de las exportaciones, crecimiento desequilibrado) que bloquearon las posibilidades de desarrollo. Los países del tercer mundo, decía Prebisch, han caído en un estado de “dependencia” del primer mundo, convirtiéndose en productores de materias primas en una relación de “centro-periferia” con sus metrópolis. Para que estos países puedan entrar en una senda de desarrollo sostenido se haría necesario que se les permitiera un cierto proteccionismo en el comercio exterior y estrategias de substitución de importaciones.
Economistas neomarxistas como Samir Amin no solo la circunscribieron a Latinoamérica, sino que trataron de generalizarla a todos los países en vías de desarrollo. También merecen señalarse Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, autores de Dependencia y Subdesarrollo en América Latina (1969). Ellos entienden a la dependencia como estructural y proclaman que la superación radica en reafirmar nuestra identidad como nación, promoviendo frentes amplios entre la burguesía, las fuerzas militares y la Iglesia.

Pese a la brevedad del trabajo cabe una mención a otros teóricos como Celso Furtado “A formacao economica do Brasil”, publicado en 1959, junto con los trabajos de Simonsen y Caio Prado Jr., para Brasil, y Sergio Bagú y Silvio Frondizi, para Argentina, y Aníbal Pinto, para Chile. Seguramente, así fue también para el desarrollo de “la dependencia’’ por otros brasileños como Fernando Henrique Cardoso, Theotonio dos Santos y Ruy Mauro Marini y otros latinoamericanos como Enzo Faletto y Oswaldo Sunkel en Chile, Aníbal Quijano de Perú, Héctor Silva Michelena y Armando Córdoba en Venezuela y los mexicanos Pablo González Casanova, Rodolfo Stavenhagen, Alonso Aguilar y Fernando Carmona.

Los economistas suecos Magnus Blomström y Bjorn Hettne se convirtieron en prestigiosos historiadores de la teoría de la dependencia. En su libro más completo sobre el tema (Blomström y Hettne, 1984, pp. 15) afirman que hay “un conflicto de paradigmas”, entre el paradigma modernizante y el enfoque de la dependencia. Para el enfoque de la dependencia ellos identifican dos antecedentes inmediatos:
a) El surgimiento de una tradición crítica al euro-centrismo implícito en la teoría del desarrollo. Se debe incluir en este caso las críticas nacionalistas al imperialismo euro-norte-americano y la crítica a la economía neoclásica de Raúl Prebisch y de la CEPAL.
b) El debate latinoamericano sobre el subdesarrollo, que tiene como primer antecedente el debate entre el marxismo clásico y el neo-marxismo, en el cual se destacan las figuras de Paul Baran y Paul Sweezy.
Ellos resumen en cuatro puntos, las ideas centrales que los seguidores de la escuela de la dependencia defienden:
i) El subdesarrollo está conectado de manera estrecha con la expansión de los países industrializados;
ii) El desarrollo y el subdesarrollo son aspectos diferentes del mismo proceso universal;
iii) El subdesarrollo no puede ser considerado como la condición primera para un proceso evolucionista;
iv) La dependencia, con todo, no es solamente un fenómeno externo sino que se manifiesta también en diferentes formas en la estructura interna (social, ideológica y política).
De aquí, que ellos puedan distinguir tres corrientes en la escuela de la dependencia:
a) La crítica o autocrítica estructuralista de los científicos sociales ligados a la CEPAL, que revelan los límites de un proyecto de desarrollo nacional autónomo. En este grupo ellos colocan de manera incuestionable a Oswaldo Sunkel y a una gran parte de los trabajos de madurez de Celso Furtado y, hasta incluso la obra final de Raúl Prebisch plasmada en su libro El Capitalismo Periférico. Fernando Henrique Cardoso aparece a veces como miembro de esta corriente y otras veces se identifica con la que sigue (lo que sus miembros con toda razón claramente rechazan).
b) La corriente neo-marxista, que se basa fundamentalmente en los trabajos de Theotonio Dos Santos, Ruy Mauro Marini y Vania Bambirra, así como los demás investigadores del Centro de Estudios Socio Económicos de la Universidad de Chile (CESO). André Gunder Frank aparece a veces como miembro del mismo grupo, pero la clara posición de negar su vinculación teórica estrecha con el marxismo y su propuesta de un esquema de expropiación internacional más o menos estático, lo separan del enfoque dialéctico de los otros neo-marxistas.
c) Cardoso y Faletto se colocarían en una corriente marxista más ortodoxa, por su aceptación del papel positivo del desarrollo capitalista y de la imposibilidad o de la no necesidad del socialismo para alcanzar el desarrollo.
A pesar de la brillantez y de la esforzada fidelidad expresadas en su esquema histórico, Blomström y Hettne pueden ser cuestionados en lo que respecta a su planteamiento del debate entre el pensamiento ortodoxo marxista y lo que ellos llaman la corriente neo-marxista. En realidad, esta última corriente tiene muchos matices que ellos parecen no reconocer. Pero ésta es una discusión que nos llevaría demasiado lejos para los fines de este trabajo. Esta es, entre varias propuestas, la que más se aproxima a una descripción correcta de las tendencias teóricas principales que han conformado la teoría de la dependencia.
Insatisfecho con esta proposición, André Gunder Frank (1991), realizó un análisis de las corrientes de la teoría de la dependencia, basado en cinco libros publicados en el comienzo de la década de los 90 sobre esta teoría. Frank constató una gran dispersión en la clasificación de los “dependentistas” entre las varias escuelas de pensamiento, según se plantea en estos libros. La lista que él tuvo el cuidado de establecer sirve como una tentativa de presentación, de un modo más neutral, de los principales pensadores relacionados, de acuerdo con sus orígenes teóricos. Dentro de los estructuralistas encontramos a Prebisch, Furtado, Sunkel, Paz, Pinto, Tavarez, Jaguaribe, Ferrer, Cardoso y Faletto. En lo que respecta a la Teoría de La Dependencia, además de Cardoso y Faletto, que aparecen ligados a ambas escuelas, los demás pensadores mencionados son: Baran, Frank, Marini, Dos Santos, Bambirra, Quijano, Hinkelammert, Braun, Emmanuel, Amin y Warren. Frank diferencia todavía, en el debate sobre La Teoría de la Dependencia, entre reformistas no marxistas, marxistas y neo-marxistas.
En la Tabla I, elaborada por André Gunder Frank (1991) aparecen los autores más citados en el debate sobre la Teoría de la Dependencia, según se plantea en los cinco libros publicados sobre el asunto entre 1989 y 1990: Hettne, Development Theory and the Three Worlds, 1990; Hunt, Economic Theories of Development, 1989; Kay, Latin American Theories of Development and Underdevelopment, 1989; Larrain, Theories of Development, 1989; Lehman, Democracy and Development in Latin América, 1990. Estos autores distinguieron además de las teorías de la Modernización y del Estructuralismo, cuatro corrientes de la teoría de la dependencia: los reformistas, los no marxistas, los marxistas y los neo-marxistas.
Por su parte, Andreas Novy de la Universidad de Viena “entiende que “La teoría de la dependencia pone el énfasis en que el desarrollo mundial no conduce en forma armónica a la igualación de los diferentes estadios de desarrollo, sino que se basa sobre jerarquías sociales y espaciales constitutivas. Existe dependencia entre los espacios dominantes y los explotados, sean estos continentes, naciones o regiones. El poder está en el centro de esta teoría. Radicaliza el estructuralismo económico”
Finalmente, Fernando Henrique Cardoso luego de su experiencia pública como Presidente de Brasil elegido en dos oportunidades, hoy concluye más allá de sus interesantes investigaciones sociológicas del pasado que:
“Yo siempre me opuse a la existencia misma de una “teoría de la dependencia”. La teoría no puede ser de la dependencia. Ella es una teoría general del capitalismo, no puede ser la de un subcapitalismo, de una rama del capitalismo. Lo que nos llevo a formular el enfoque de la dependencia, se baso en que estábamos en contra de una versión más bruta, más primitiva del marxismo-leninismo.”

IV.- La integración de las ciencias sociales: la teoría de la dependencia une lo político, lo económico y lo social en época de globalización
Desde sus albores la teoría de la dependencia perfecciona su enfoque global para comprender la formación y evolución del capitalismo como economía mundial. Como se dijo, Prebisch ya en 1950 hablaba de de la existencia de un centro y periferia mundial, tesis que perfecciona en los años 70 en el marco del debate sobre la dependencia.
La teoría de la dependencia, siguiendo a Dos Santos, buscó refinar ese esquema al volver a estudiar la teoría del imperialismo desde su formación, con Hilferding, Rosa Luxemburgo, Hobson, Lenin y Bukharin. Andre Gunder Frank llama la atención para esa búsqueda de análisis del sistema mundial que se diseña a comienzos de la década de 1970 con Amin, Frank, Dos Santos, pero gana gran aliento con la obra de Wallerstein que desarrolló la tradición de Fernand Braudel.
Siguiendo la argumentación de Cardoso y Faletto, en la situación colonial, la dependencia aparece como reflejo de lo que acontece en la metrópoli, la situación de dependencia en las naciones subdesarrolladas en el período posterior a la independencia política, surge como una dinámica social más compleja. Depende de vinculaciones de subordinación al exterior y del comportamiento social, político y económico de intereses nacionales. No es una variable externa sino que depende de la configuración de las “relaciones entre las distintas clases sociales en el ámbito mismo de las naciones dependientes.” (Dependencia y desarrollo p.29)
Creo que para el análisis de los fenómenos económicos y sociales de los países periféricos, las teorías del imperialismo y de la dependencia, despojadas de las connotaciones políticas que le dieron sus autores, me refiero al marxismo de Lenin o al nacionalismo de los hermanos Irazusta o el liberalismo de Platt, no forman solamente parte de un análisis académico, son categorías que todavía tienen vigencia para explicar las crisis socioeconómicas de los países periféricos.
Dos Santos ha dicho que: “Las implicaciones teóricas de la teoría de la dependencia están aún por delimitarse. Su evolución en la dirección de una teoría del sistema mundial, buscando reinterpretar la formación y desarrollo del capitalismo moderno dentro de esta perspectiva, es un paso adelante en este sentido… Y que la literatura sobre la Teoría de la Dependencia, aún después que varios autores decretaron su fallecimiento, crece día por día, en todas partes del mundo.” [Destaca obras de Gunder Frank, Oman y Wignajara, Alvin So, Apter, Peet, Sonntag]
La teoría de la dependencia aúna política, economía y sociedad, por cuanto entiende que la noción de subdesarrollo como una situación económica, social, política y cultural, en la cual se mezclan de forma negativa, el enclave, el monocultivo, la cuestión racial, el colonialismo interno, el llamado “dualismo” económico. Dos Santos dice que: “Estos diversos factores actúan unos sobre otros y configuran una situación de atraso y subdesarrollo, un círculo vicioso que es preciso romper para conseguir avanzar rumbo al desarrollo”
Por otra parte, América Latina ha sido el fermento propicio de un sinnúmero de doctrinas y pensadores que han puesto a la autodeterminación de los pueblos, el antiimperialismo y la equidistancia de las grandes ideologías imperantes como columnas basales: no podemos dejar de mencionar a Perón y su tercera posición, Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana, Haya de la Torre y su concepto de Indo América, Martí y Hostos en su prédica anticolonialista en Cuba y Puerto Rico, la vía chilena al socialismo de Salvador Allende Gossens, Getulio Vargas y su estado novo, Paz Etenssoro y la experiencia del MNR en Bolivia, etc.
El sistema hegemónico capitalista o neoliberal del que habla el Prof. Dos Santos se enlaza con el concepto de globalización que gana un sentido mucho más concreto cuando se lo inserta en el amplio contexto de la formación de este moderno sistema mundial. Carlos Eduardo Martins en su tesis doctoral presentada en la Universidad de Sao Paulo (USP) agrega sin embargo un elemento explicativo fundamental para la comprensión del proceso de globalización. Trátase del rol de la revolución científico-técnica en la caracterización de los cambios cualitativos que condujeron a los fenómenos que se inscriben en este concepto tan amplio.
La tesis se da al trabajo de analizar los diferentes enfoques de la globalización, entre los cuales distingue:
a- la interpretación globalista, que percibe la globalización como una realidad totalmente nueva que constituye un nuevo objeto de análisis para las ciencias sociales, con nuevos actores (las empresas y el mercado global) que subyugarían los Estados Nacionales; un nuevo paradigma tecnológico que serviría de base a un nuevo sistema mundial desterritorializado;
b- las teorías de la hegemonía compartida, que ve en la revolución microelectrónica un cambio en el grado de internacionalización sin destruir el rol fundamental de los Estados Nacionales;
c- el enfoque neodesarrollista ve la globalización como un fenómeno esencialmente financiero, basado en la integración mundial de los mercados financieros que se imponen sobre el sistema productivo, al cual hay que liberar para retomar el desarrollo económico mientras los Estados nacionales pueden aún conducir el desarrollo;
d- la interpretación de los teóricos del sistema-mundo que identifican un único sistema a nivel global. Entre estos se distingue la posición que pretende existir una continuidad secular en este sistema único, o aquellos que acentúan las discontinuidades de su evolución, inscrita en ciclos de larga duración;
e- la teoría de la dependencia, a pesar de sus ligaciones históricas con la teoría del sistema mundial, se distingue por la caracterización de la globalización como un período de crisis del modo de producción capitalista que incorpora contradictoriamente la revolución científico-técnica y promueve el máximo desarrollo de la ley del valor en el plano mundial.
V.- MERITOS Y CRÍTICAS

La dependencia es una situación donde la economía de cierto grupo de países está condicionada por el desarrollo y expansión de otra economía, a la cual se somete aquella. La relación de interdependencia establecida por dos o más economías, y por estas y el comercio mundial, adopta la forma de dependencia cuando algunos países (los dominantes) pueden expandirse y autoimpulsarse, en tanto que otros (los dependientes) sólo pueden hacerlo como reflejo de esa expansión, que puede influir positiva y/o negativamente en el desarrollo inmediato (DOS SANTOS, THEOTONIO “Dependencia y cambio” p.42)

La teoría de la dependencia elaborada en los 60 y 70 tuvo por merito irreprochable predecir el futuro del mundo globalizado del fin de milenio y gran parte de las problemáticas que hoy nos acechan y acucian. Fue planteada con profunda honestidad intelectual, lo que para nuestra América Latina no es poco mérito.
Cuando Sócrates le pregunta al joven ateniense Alcibíades cuál debe ser la virtud del político, éste le responde: "la virtud del político es prever". Desde aquel enunciado, formulado hace 2.500 años en la cuna de la democracia, lo político quedó definitivamente vinculado al pensamiento estratégico, a una visión acertada del presente y del porvenir. Ese es quizás el valor más destacado de la teoría de la dependencia: previó no solo la globalización sino las consecuencias gravosas para los países periféricos.
Asimismo es merecedora de al menos tres críticas fundamentales:
1. Intenta inculpar a las naciones desarrolladas, las multinacionales y los organismos internacionales de crédito de todos los males que padecen los países latinoamericanos, ignorando la impericia, negligencia o mediocridad de gobiernos constitucionalmente elegidos (Cámpora, Alfonsín, Siles Suazo, Bucaram Ortiz, Mahuad, Alan García Pérez, Fujimori, Toledo, Carlos Andrés Pérez 2da parte, Collor de Mello, etc) muchos de los cuales se ubicaron ideológicamente mas próximos a la teoría de la dependencia, que a la genuflexión a la potencia continental dominante. Que en consecuencia, cabría aplicársele la noción weberiana de los efectos no deseados, toda vez que reduce excluyentemente a la responsabilidad de los países centrales, la razón del subdesarrollo tercermundista, dejando de lado las asimetrías existentes
2. Ver la realidad sólo con la lente del marxismo, en una América Latina que si bien hoy posee muchos presidentes de coloratura izquierdista, gobiernan con políticas económicas de mercado (Kirchner, Vázquez, Lula da Silva, Lagos Escobar) con algunos éxitos y aciertos que merecen ser destacados. Una América Latina, donde las experiencias de Fidel Castro en Cuba y Hugo Chávez Frías en Venezuela son calificadas de arcaica y sofocante en el primero de los casos y pintoresco-demagógicas en el segundo. Claro está que el primer mandatario de Venezuela esta sentado sobre la nada desdeñable reserva petrolífera de su país, y los barriles del recurso natural son vendidos en dólares norteamericanos, euros o libras esterlinas, al precio que la OPEP marca y según la estricta observancia de las pautas que impone el mercado internacional.
3. No se ha “aggiornado” –mientras algunos dicen que ha perimido- al disolverse la Unión Soviética y caer el Muro de Berlín. caía el muro de Berlín, que durante décadas había constituido el símbolo físico de la guerra fría. Dos años más tarde, desaparecía la Unión Soviética. Estados Unidos emergía como la superpotencia triunfante. El autoritarismo político y el estatismo económico se batían en retirada en todas partes. La democracia y la economía de mercado se expandían como una mancha de aceite por el mundo entero. La revolución tecnológica y la globalización económica imponían su sello a una nueva época histórica de la Humanidad
VI.- CONCLUSIONES
Al comenzar los años 60, economistas y sociólogos del Tercer Mundo elaboraron la Teoría de la Dependencia, según la cual desarrollo y subdesarrollo eran dos caras de la misma moneda: uno no podía existir sin el otro. Esta interpretación sirvió de base a los movimientos más radicales de los años posteriores, que postulaban la salida del sistema capitalista y un desarrollo autónomo. La teoría puede ser entendida cabalmente si analizamos con detenimiento el contexto histórico en el cual se elaboró, si además entendemos con errónea la postura de varios de sus teóricos que postularon -o aún lo hacen-, la lucha armada como única salida a la dependencia estructural promovida por el imperialismo.
La Teoría de la Dependencia seguía apoyándose en la posibilidad genérica del desarrollo, pero ese supuesto cayó por tierra al verificarse que ni la mayor potencia del bloque socialista, la ex Unión Soviética, pudo sobrevivir al margen de la economía mundial. Algunos autores de la dependencia hicieron después una autocrítica de esa teoría y empezaron a hablar del no-desarrollo.
La teoría no es la panacea que resuelve automática y mágicamente todos los males de los países latinoamericanos, poniendo fin a la miseria, el hambre y al subdesarrollo, pero tampoco es el “Manual del perfecto idiota latinoamericano” como plantearon Mendoza, Montaner y Vargas Llosa. Estos autores combaten ácidamente a la teoría de la dependencia diciendo “Cree que somos pobres porque ellos son ricos y viceversa, que la historia es una exitosa conspiración de malos contra buenos en la que aquéllos siempre ganan y nosotros siempre perdemos (él está en todos los casos entre las pobres víctimas y los buenos perdedores)… ¿quién es él? Es el perfecto idiota latinoamericano” (de la presentación de Mario Vargas Llosa).
La teoría debe mantener incólume su compromiso con la lucha por un mundo mas justo, mas ecuánime, en que todos puedan disfrutar de sus derechos fundamentales, inherentes al género humano, porque la sociedad mundial no puede ser sinónimo del predominio de los países más poderosos.

Así las cosas considero, que por cierto, la teoría de la dependencia tiene en este principio de siglo la gran oportunidad de contribuir con su aggionarmiento y actualización al cambio cultural necesario para el despegue de Latinoamérica, ello implica asimismo buscar construir un poder suficiente como para encarar la vasta tarea histórica orientada hacia la democratización del sistema de poder de esta nueva sociedad mundial. Sin la actualización necesaria, defender derechamente la teoría de la dependencia es como creerse vestido a la moda de 2005 con las ropas que hacían furor en los años setenta.
BIBLIOGRAFIA

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16. KALMANOVITZ, Salomón. El neoinstitucionalismo como escuela.

www.economiainstitucional.com/pdf/No9/skalmanovitz9.pdf (15/10/2005)

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